Sostiene el sufismo que la religión es como una rueda cuyo circulo exterior son las leyes y cuyo centro es Dios, y que Dios está en el corazón. Los distintos radios para acceder a Dios son los caminos que buscan los hombres para llegar a la Verdad Suprema que habita en el corazón.

CONTACTOS EN AL ANDALUS
En los inicios del sufismo, hacia el s. VIII, en Oriente Próximo, sus maestros practicaban retiros eremíticos para centrar su atención en privaciones físicas, en prácticas continuadas de oración o en una combinación de ambas. Grupos reducidos de discípulos aprendían de ellos y les imitaban después. Sin embargo, hacia el s. XII surgió en Al Andalus una variante muy diferente de lo que imperaba en el resto del mundo islámico, el sufismo colectivo, que personajes andalusíes como Ibn Arabí trasladarían al norte de África y a Oriente Próximo, dando lugar a otras formas de táriba o fraternidades sufíes, como los derviches del desierto de la Capadocia o la futuwa, una especie de caballería espiritual de lucha contra uno mismo, que apareció en otros lugares.
Por otro lado desde la II Cruzada los avances cristianos en Palestina y en el resto de Oriente Próximo eran cada vez más amplios y surgieron nuevas órdenes religioso-militares, como la del Temple, que participaban en primera línea en las batallas y las conquistas. Los templarios gozaban de mayor movilidad que nadie, ya que asumieron la protección de los caminos. Esta y otras circunstancias les permitieron conocer a los grupos religiosos más variopintos del Oriente medieval, entre ellos los sufíes. Parece evidente que muchos miembros del Temple contactaron con grupos sufíes, si es que la idea de la Orden no fue un calco de alguna futuwa oriental.
También en la Peninsula Ibérica se relacionaron sufíes y templarios.
Cuentan las crónicas que el núcleo originario del sufismo colectivo andalusí surgió en el desierto de Amería. Y precisamente en un decenio del s. XIII la capital almeriense y sus aldeas fueron cirstianas: Alfonso VII de Castilla desembarcó con ayuda de efectivos aragoneses, franceses y genoveses, además del apoyo del Temple. Fue a los caballeros templarios a quienes encomendó el gobierno de Almería tras la conquista. Durante esos diez años, las incursiones de los templarios eran siempre hacia el desierto, bien porque era el camino más corto hacia Granada, bien porque sus erosionadas colinas atesoraban minas de metales preciosos o bien porque en sus roquedales habitaban los mayores sabios gnósticos del Islam: los sufíes. El contacto fue, en cualquier caso, constante.
RONCELLIN DE FOS Y EL ESTATUTO SECRETO
En el origen de todos los misterios reales o imaginados sobre la Orden del Temple parece hallarse un enigmático personaje: el caballero catalán Roncellin de Fos, quien, de haber actuado tal y como lo describe la leyenda que protagoniza, habría sido el creador del "estatuto secreto del Temple", es decir de una orden dentro de la Orden reservada a iniciados que habrían tenido como objetivo acabar con el poder de la jerarquía católica y con el orden feudal, reservando la espiritualidad al corazón de cada uno.

Al parecer; el caballero Roncellin fue testigo de estas tropelías, que recibían la bendición del propio papa Inocencio III, lo que turbó su espíritu caballeresco y cristiano. El buen templario reaccióno dando por buenas las doctrinas heréticas que predicaban una religión personal y fraternal: paulicianismo, catarismo, mandeanismo y el propio sufismo islámico, que había conocido en Oriente. Incluso es probable que en las incursiones de Montfort por el Alto Éufrates, Roncellin y otros templarios hallasen comunidades del Reino de Tefrik en el exilio. Éstas eran herederas de quienes entre los siglos VIII y X crearon un Estado pauliciano vasallo del Califato de Bagdad, con el que se enfrentaron al Imperio Bizantino hasta que éste se los anexionó tras expulsar a casi todos los seguidores del paulicianismo.
La raíz gnóstica del paulicianismo, la deportación de la mayoría de sus fieles a Bulgaria, donde nació la herejía también gnóstica del bogomilismo, y su extremado parecido -cuando no contacto- con el catarismo francés, unidos al sentimiento antijerárquico fraternal y rebelde contra la institución eclesial y contra el feudalismo, despertaron probablemente la simpatía de Roncellin y otros caballeros, dispuestos a acabar desde dentro con aquella situación.
Poco después, hasta el mismísimo soberano del Sacro Imperio Romano Germánico, Federico II, se entregó a plena luz a la especulación gnóstica tanto cristiana como musulmana. De hecho, se conserva casi íntegra la relacion epistolar del emperador germano con el sabio andalusí Sab'in de Murcia, quien a causa de su heterodoxia fue expulsado de Al Andalus por los almohades.
Por Carlos Chevalier