jueves, 7 de enero de 2010

¿A DÓNDE VAN LOS MUERTOS? (PARTE III)

LA EXPERIMENTACIÓN; UNIÓN DE LO VISIBLE Y LO INVISIBLE, LOS ERRORES Y LAS TRAMPAS

Tan pronto como la gente comprende que es posible comunicarse con el alma-personalidad de alguien que ha pasado por la transición (muerte), se conciben deseos de la clase más extravagante.
Ellos piensan que, por conducto de un médium, el velo será levantado, permitiéndoles oír palabras o recibir noticias del ser querido fallecido.
El procedimiento no es tan fácil como muchos inexpertos, pero entusiastas creyentes pueden imaginar y ellos experimentarán desengaños y desánimo.
Dado que el experimento es genuinamente científico, es conveniente que uno proceda metódicamente. A fin de comunicarse exitosamente con el mundo suprasensible, es necesario conocer los siguientes hechos:
1. El cerebro del médium debe estar disponible, esté él dormido o despierto.
El médium puede trabajar, por medio de un objeto que es mal conductor de la electricidad o a través del fluido vital, ya que este último está sujeto aproximadamente a las mismas leyes. La mesa de madera, que ha reemplazado la vara mágica de la edad antigua, puede ser usada por el médium para condensar y unir la vida del que consulta con su propia vida.
Los pensamientos de la persona que consulta se reflejan entonces, a través de la intervención del médium, y en la mesa se manifiestan el apellido, la edad y el nombre de la persona fallecida. Si bien, esta última no toma parte en la operación.
2. La imagen astral de cada acto bueno o malo realizado por nosotros gira alrededor de los objetos que estaban cercanos a nosotros durante la ejecución del acto. Así, nosotros parecemos a los ojos clarividentes como un actor presentando escenas en color.
El médium puede evocar una de aquellas escenas, y el que consulta puede pensar que está en contacto con el que partió. Esto es un error.
3. Es por medio de un procedimiento de eliminación, similar al método usado por los eruditos que han dedicado su tiempo al estudio del espiritismo, que podemos triunfar estableciendo un lazo genuino entre los vivos y los muertos.
Por lo tanto, una comunicación recibida a través de un médium es más dudosa que una manifestación presentada a través de un sueño. Nosotros damos a este último crédito preferencial.
Urgimos a los estudiantes serios que deseen investigar en este tema, leer la colección titulada Annals of Psychical Sciences la cual está bajo la dirección de M. de Vesme. Sugerimos también Scientific Spiritism and Materialized Apparitions por Gabriel Delanne.
Después de leer cuidadosamente esos trabajos, los estudiantes estarán más enterados de las dificultades involucradas en el problema, y comprenderán mejor la naturaleza de nuestras advertencias.

FE ACTIVA Y ORACIÓN
La comunicación entre los vivos y los muertos es una cosa tan sagrada que uno debe evitar intentarla por frivolidad. Es evidente que la posibilidad de tal comunicación existe, pero esta debe ser alcanzada siempre como una recompensa obtenida por medio de la virtud y buena voluntad.
Todo ser humano que ha comprendido alguna noción de las leyes espirituales no intentará voluntariamente evocar el alma-personalidad de una persona muerta. Él sabe que tal evocación puede ser perjudicial para el difunto, y también lleva a la persona encarnada a graves desengaños.
¿Qué podemos hacer para aclarar este problema aparentemente insoluble?
Existen dos caminos; uno indirecto y uno directo. En la forma indirecta, podemos, a través de la lectura y el estudio de libros apropiados, lograr una forma de comprensión intelectual, cierta forma de fe basada en un razonamiento lógico. La enorme cantidad de hechos comprobados, la autoridad que acompaña los nombres de algunos investigadores, puede incitar a nuestras células cerebrales a volverse receptivas a hechos que ordinariamente tendríamos que observar personalmente.
Sin embargo, la segunda forma, la directa y personal es más preferible. Dos grandes palabras, dos grandes luces iluminan este camino; fe activa y oración.
La fe es la inteligencia del corazón. Es la percepción por un órgano no-cerebral de cierta verdad que el cerebro no es capaz de obtener por sí mismo, pero que este puede reflejar cuando es iluminado por las luces del corazón. El conocimiento a través de la fe está señalado por la ausencia total de duda y la presencia de una certeza inequívoca. El puro conocimiento mental puede llegar solo raras veces a estar tan libre de dudas.
A fin de obtener una certeza mental sobre la supervivencia de la personalidad humana y la posible comunicación entre los vivos y los muertos, tenemos que rebatir las objeciones que son enviadas constantemente a nuestra consciencia a través del cerebro.
En vez de fiarnos de nuestro cerebro, luchemos por la tranquilidad mental que proporciona la fe activa. A través de esta última, muchos órganos se desarrollan dentro de nosotros, los cuales nos capacitarán para entender la verdad concerniente a la vida después de la muerte. Este conocimiento se nos aparecerá claramente como nuestros ojos físicos perciben el sol de un bello día de verano. Entonces sabremos sin duda, que en la muerte nuestro ser interno cambia solamente de vehículo, su instrumento. Veremos que él es eterno.
Evitemos, o por lo menos, tengamos gran cuidado en la evocación de los muertos. Luchemos por la virtud y la caridad. Tal búsqueda nos llevará seguramente a una comunicación segura y consciente con aquellos que amamos realmente, primero a través de sueños, después a través del logro de otros estados de consciencia.
No deseo exceder los límites de este capítulo. No obstante, permítanme manifestar que la oración es la clave universal de la vida. Por su poder una persona que está inmersa en la más densa de las tinieblas, puede ver nuevamente la luz que brilla eternamente en el pináculo de la montaña sagrada.
La oración puede abrir nuevamente los libros clausurados de la vida, la muerte y el renacimiento.
Ella puede aliviar las penas puestas en nuestros hombros por las tribulaciones, haciendo florecer rosas bajo las espinas del camino.
La oración permitirá eventualmente al hombre levantar el velo que existe entre la vida y la muerte. Entonces, cuando el adquiera suficiente fuerza, los amados que se suponían perdidos para siempre aparecerán ante él.
Aprendamos como dirigir el flujo de esta vivificante fuerza de nuestro corazón, y oremos por la fe activa que disipará toda tieniebla.

Hasta aquí este interesante artículo que nos legara el Dr. Gerard Encausse, aportando un poco más de conocimineto sobre este campo de estudio.

Papus