lunes, 27 de diciembre de 2010

CARTAS DE ELIPHAS LÉVI

Señor y Hermano:

La religión no es ninguna servidumbre impuesta al hombre, es un auxilio que se le ofrece. Las cartas sacerdotales han tratado en todo tiempo de explotar, y transformar este auxilio en yugo insoportable y la obra evangélica de Jesús tenía por objeto separar la religión del sacerdote o al menos poner al sacerdote en categoría de ministro y servidor de la religión dando a la conciencia del hombre toda su libertad y su razón. Ved la parábola del buen samaritano y estos preciosos textos: la ley se ha hecho para el hombre y no el hombre para la ley. Desgraciados los que ligáis e imponéis sobre las espaldas de los demás fardos que no quisierais tocar mas que con los extremos de los dedos, etc. La Iglesia oficial, se declara infalible en el Apocalipsis, que es la clave cabalística de los evangelios, y hay siempre en el Cristianismo una Iglesia oculta o Juanista que, respetando en todo la necesidad de la Iglesia oficial, conserva del dogma una interpretación diferente de la que se da al vulgo.

Los Templarios, los Rosacruces, los Francmasones de altos grados han pertenecido todos, antes de la revolución francesa, a la Iglesia, de la cual Martínez de Pasqually y Saint Martin, y hasta Mme. De Krudemert, han sido los apóstoles en el siglo XVIII.

El carácter distintivo de esta escuela es evitar la publicidad y no constituirse nunca en secta disidente. El conde Joseph de Maistre, ese católico tan radical, era aunque no se crea, simpático a la sociedad de los Martinistas y anunciaba una regeneración próxima del dogma por luces que emanaban de los santuarios del ocultismo. Existen todavía sacerdotes fervientes que están iniciados en la doctrina antigua y un obispo, entre otros, fallecido recientemente, me ha pedido enseñanzas cabalisticas. Los discípulos de Saint Martín tomaron el seudonimo de "filósofos desconocidos", y los de un maestro moderno muy conocido no han tenido necesidad de tomar nombre alguno, pues el mundo no sospechaba su existencia. Jesús ha dicho que la levadura debe ocultarse en el fondo de la vasija que contiene la pasta para trabajar día y noche en silencio hasta que la fermentación invada lentamente toda la masa que ha de formar el pan.

Un iniciado puede, con sencillez y sinceramente, practicar la religión con que haya nacido, porque todos los ritos representan diversamente un solo y mismo dogma; pero no debe abrir el fondo de su conciencia más que a Dios y a nadie debe comunicar sus creencias más íntimas. El sacerdote no puede juzgar lo que el mismo Papa no comprende. Los signos exteriores del iniciado son la modesta ciencia, la filantropía sin ruido, la igualdad de carácter y la más inalterable bondad.

Todo vuestro en la Santa Ciencia.

Eliphas Lévi. 

martes, 21 de diciembre de 2010

viernes, 3 de diciembre de 2010

LAS CONDICIONES DE LA INICIACIÓN

Podemos volver ahora a la cuestión de las condiciones de la iniciación, y diremos en primer lugar, aunque pueda parecer evidente, que la primera de estas condiciones es una cierta aptitud o disposición natural, sin la cual todo esfuerzo sería vano, pues el individuo no puede indiscutiblemente desarrollar sino las posibilidades que lleva en él desde el origen; esta aptitud, que hace lo que algunos llaman el "iniciable", constituye propiamente la "cualificación" requerida por todas las tradiciones iniciáticas (23). Esta condición es, por lo demás, la única común, en cierto sentido, a la iniciación y al misticismo, pues está claro que el místico debe tener, él también, una disposición natural especial, aunque por completo diferente de la del "iniciable", incluso opuesta a ella en muchos aspectos; pero esta condición, para él, aunque igualmente necesaria, es de sobra suficiente; no hay ninguna otra que deba añadirse, y las circunstancias hacen el resto, haciendo pasar a su capricho de la "potencia" al "acto" tales o cuales posibilidades que comporte la disposición de que se trata. Esto resulta directamente del carácter de "pasividad" del que hemos hablado: no podría, en efecto, en tal caso, tratarse de un esfuerzo o de un trabajo personal cualquiera, que el místico jamás efectuará, y del cual deberá incluso guardarse cuidadosamente, como de algo que estuviera en oposición con su "vía" (24), mientras que, por el contrario, en lo relativo a la iniciación, y en razón de su carácter "activo", un trabajo tal constituye otra condición no menos estrictamente necesaria que la primera, y sin la cual el paso de la "potencia" al "acto", que es propiamente la "realización", podría en ningún modo cumplirse (25).
Sin embargo, esto no es todavía todo: no hemos hecho en suma mas que desarrollar la distinción, expuesta al principio, entre la "actividad" iniciática y la "pasividad" mística, para extraer la consecuencia de que, para la iniciación, hay una condición que no existe, y que no podría existir, en lo concerniente al misticismo; pero aún hay otra condición no menos necesaria de la cual no hemos hablado, y que se sitúa en cualquier caso entre aquellas que están puestas en tela de juicio. Esta condición, sobre la cual es preciso por otra parte insistir en que los occidentales, en general, son demasiado dados a ignorarla o a desconocer su importancia, es incluso, verdaderamente, la más característica de todas, la que permite definir a la iniciación sin equívoco posible, y no confundirla con cualquier otra cosa; por ella, el caso de la iniciación está mucho más delimitado de lo que podría serlo el del misticismo, para el cual no existe nada de ello. Es a menudo difícil, si no del todo imposible, distinguir el falso misticismo del verdadero; el místico es, por definición, un aislado y un "irregular", y muchas veces él mismo no sabe lo que es verdadero; y el hecho de que no se trate del conocimiento en estado puro, sino que incluso lo que es conocimiento real está siempre influido por una mezcla de sentimiento y de imaginación, hace que se esté lejos de simplificar la cuestión; en todo caso, hay algo que escapa a todo control, lo que podríamos expresar diciendo que no hay para el místico ningún "medio de conocimiento" (26). Se podría decir también que el místico no tiene "genealogía", que no es tal sino por una suerte de "generación espontánea", y creemos que estas expresiones son fáciles de comprender sin necesidad de más explicaciones; entonces, ¿cómo se puede afirmar sin ninguna duda que uno es auténticamente místico y que otro no lo es, cuando sin embargo todas las apariencias pueden ser sensiblemente las mismas?. Por el contrario, las falsificaciones de la iniciación siempre pueden ser detectadas infaliblemente por la ausencia de la condición a la que hemos aludido, y que no es otra que la adhesión a una organización tradicional regular.
Hay ignorantes que se imaginan poder "iniciarse" a sí mismos, lo que es en cualquier manera una contradicción en los términos; olvidan, si es que alguna vez lo han sabido, que la palabra initium significa "entrada" o "comienzo", confunden el hecho mismo de la iniciación, entendida en sentido estrictamente etimológico, con el trabajo a realizar posteriormente para que esta iniciación, de virtual que ha sido en un principio, se transforme más o menos en plenamente efectiva. La iniciación, así comprendida, es lo que todas las tradiciones concuerdan en designar como el "segundo nacimiento"; ¿cómo podría un ser actuar por sí mismo antes de haber nacido? (27). Bien sabemos lo que se nos podrá objetar a ello: si el ser está verdaderamente "cualificado", lleva ya en él las posibilidades que se propone desarrollar; ¿por qué, si ello es así, no podría realizarlas mediante su propio esfuerzo, sin ninguna intervención exterior?. Esto es, en efecto, algo que está permitido considerar teóricamente, a condición de concebirse como el caso de un hombre "dos veces nacido" desde el primer momento de su existencia individual; pero, si no hay en ello una imposibilidad de principio, no hay menos una imposibilidad de hecho, en el sentido en que esto es contrario al orden establecido para nuestro mundo, al menos en sus condiciones actuales. No estamos en la época primordial en que todos los hombres poseían normal y espontáneamente un estado que hoy en día es solamente adquirido en un alto grado de iniciación (28); y, por otra parte, a decir verdad, el nombre mismo de iniciación, en una época semejante, no podía tener ningún sentido. Estamos en el Kali-Yuga, es decir, en un tiempo en que el conocimiento espiritual se encuentra oculto, y donde solamente unos pocos pueden todavía alcanzarlo, con tal de que se sitúen en las condiciones requeridas para obtenerlo; ahora bien, una de estas condiciones es precisamente aquella de la cual hemos hablado, así como otra es un esfuerzo del cual los hombres de las primeras épocas no tenían necesidad alguna, ya que el desarrollo espiritual se cumplía en ellos tan naturalmente como el desarrollo corporal.
Se trata entonces de una condición cuya necesidad se impone en conformidad con las leyes que rigen nuestro mundo actual; y, para hacernos comprender mejor, podemos recurrir aquí a una analogía: todos los seres que se desarrollarán en el curso de un ciclo están contenidos desde el principio, en estado de gérmenes sutiles, en el "Huevo del Mundo"; entonces, ¿por qué no surgieron al estado corporal por sí mismos, sin padres?. No es esto una imposibilidad absoluta, y puede concebirse un mundo en que ocurra así; pero, de hecho, ese mundo no es el nuestro. Nos reservamos, por supuesto, la cuestión de las anomalías; puede que existan casos excepcionales de "generación espontánea", y, en el orden espiritual, hemos aplicado hasta ahora esta expresión en el caso del místico; pero también hemos dicho que éste es un "irregular", mientras que la iniciación es algo esencialmente "regular", que nada tiene que ver con las anomalías. Todavía faltaría por saber exactamente hasta dónde pueden éstas llegar; deben, también, ajustarse en definitiva a alguna ley, pues todas las cosas no pueden existir sino como elementos del orden total y universal. Sólo esto, si se quisiera reflexionar, podría bastar para hacer pensar que los estados realizados por el místico no son precisamente los mismos que los del iniciado, y que, si su realización no está sometida a las mismas leyes, es que efectivamente de trata de algo distinto; pero ahora podemos dejar por completo de lado el caso del misticismo, sobre el cual ya hemos hablado bastante para lo que nos proponíamos establecer, para no considerar exclusivamente mas que el de la iniciación.
Nos falta en efecto precisar el papel de la adhesión a una organización tradicional, que no podría, por supuesto, dispensar de ningún modo del trabajo interior que no puede cumplir cada uno sino por sí mismo, pero que es necesaria, como condición previa, para que este mismo trabajo pueda efectivamente dar sus frutos. Debe quedar comprendido, desde ahora, que los que se han constituido en depositarios del conocimiento iniciático no pueden comunicarlo de una manera más o menos comparable a como un profesor, en la enseñanza profana, comunica a sus alumnos fórmulas librescas que deben almacenar en su memoria; se trata aquí de algo que, en su propia esencia, es propiamente "incomunicable", ya que son estados a realizar interiormente. Lo que puede enseñarse son únicamente los métodos preparatorios para la obtención de estos estados; lo que puede ser proporcionado desde fuera a este respecto es en suma una ayuda, un apoyo que facilite enormemente el trabajo a cumplir, y también un control que aparte los obstáculos y los peligros que puedan presentarse; todo ello está muy lejos de ser despreciable, y quien se viera privado de esto correría el riesgo de desembocar en un fracaso, pero todavía esto no justificaría completamente lo que hemos dicho cuando hablábamos de una condición necesaria. De modo que no es esto lo que teníamos a la vista, al menos de manera inmediata; todo ello no interviene sino secundariamente, y en cualquier caso a título de consecuencias, tras la iniciación entendida en su sentido más estricto, tal como hemos indicado, y desde el momento en que se trata de desarrollar efectivamente la virtualidad que ella constituye; pero aún es preciso, ante todo, que esta virtualidad preexista. Es entonces otra cosa lo que debe ser entendido por la transmisión iniciática propiamente dicha, y no podríamos caracterizarla mejor que diciendo que ésta es esencialmente la transmisión de una influencia espiritual; deberemos volver sobre ello más ampliamente, pero, por el momento, nos limitaremos a determinar más exactamente el papel que desempeña esta influencia, entre la aptitud natural propiamente inherente al individuo y el trabajo de realización que a continuación se efectuará.
Hemos señalado en otro lugar que las fases de la iniciación, al igual que las de la "Gran Obra" hermética que no es en el fondo sino una de sus expresiones simbólicas, reproducen las del proceso cosmogónico (29); esta analogía, que se funda directamente sobre la del "microcosmos" con el "macrocosmos", permite, mejor que toda otra consideración, aclarar la cuestión que actualmente tratamos. Puede decirse, en efecto, que las aptitudes o posibilidades incluidas en la naturaleza individual no son en principio, en sí mismas, mas que una materia prima, es decir, una pura potencialidad, en la cual no hay nada desarrollado o diferenciado (30); es entonces el estado caótico y tenebroso, que el simbolismo iniciático hace precisamente corresponder con el mundo profano, y en el cual se encuentra el ser que todavía no ha alcanzado el "segundo nacimiento". Para que este caos pueda comenzar a tomar forma y a organizarse es preciso que una vibración inicial le sea comunicada por las potencias espirituales, a la que el Génesis hebreo designa como los Elohim; esta vibración es el Fiat Lux que ilumina el caos, t que constituye el punto de partida necesario para todos los desarrollos posteriores; y, bajo el punto de vista iniciático, esta iluminación está precisamente constituida por la transmisión de la influencia espiritual de la que hemos hablado (31). Desde entonces, y en virtud de esta influencia, las posibilidades espirituales del ser no son ya la simple potencialidad que antes eran; se transforman en una virtualidad dispuesta a desarrollarse en acto en los diversos estadios de la realización iniciática.
Podemos resumir todo lo que precede diciendo que la iniciación implica tres condiciones que se presentan en forma sucesiva, y que se podrían hacer corresponder respectivamente con los tres términos de "potencialidad", "virtualidad" y "actualidad": 1º, la "cualificación", constituida por ciertas posibilidades inherentes a la naturaleza propia del individuo, y que son la materia prima sobre la cual el trabajo iniciático deberá efectuarse; 2º, la transmisión, por medio de la adhesión a una organización tradicional, de una influencia espiritual que da al ser la "iluminación" que le permitirá ordenar y desarrollar las posibilidades que lleva en él; 3º, el trabajo interior por el cual, con el auxilio de "ayudantes" o "soportes" exteriores, si tienen lugar y especialmente en los primeros estadios, el desarrollo será realizado gradualmente, haciendo pasar al ser, de escalón en escalón, a través de los diferentes grados de la jerarquía iniciática, para conducirle al objetivo final de la "Liberación" o de la "Identidad Suprema". 


Notas

23. Se verá por otra parte, a través del estudio especial que haremos a continuación acerca de la cuestión de las cualificaciones iniciáticas, que este tema presenta en realidad aspectos mucho más complejos de lo que se podría creer en un primer momento si nos atuviéramos a la sola noción general que damos aquí. 
24. También los teólogos ven gustosamente, y no sin razón, un "falso místico" en aquel que busca, mediante un esfuerzo cualquiera, obtener visiones u otros estados extraordinarios, limitándose incluso este esfuerzo al mantenimiento de un simple deseo. 
25. Resulta de ello, entre otras consecuencias, que los conocimientos de orden doctrinal, que son indispensables para el iniciado y cuya comprensión teórica es para él una condición previa a toda "realización", pueden faltar por completo en el místico; de aquí proviene frecuentemente, entre éstos, aparte de la posibilidad de errores y de confusiones múltiples, una extraña incapacidad para expresarse inteligiblemente. Debe quedar claro, por otra parte, que los conocimientos de que se trata no tienen absolutamente nada que ver con todo lo que no es sino instrucción exterior o "saber" profano, que tiene aquí un nulo valor, como seguidamente explicaremos, y que incluso, dado lo que es la educación moderna, sería más bien un obstáculo que una ayuda en la mayor parte de los casos; un hombre muy bien puede no saber ni leer, ni escribir, y alcanzar sin embargo los más altos grados de la iniciación, y tales casos no son extremadamente raros en Oriente, mientras que hay "sabios" e incluso "genios", según la manera de ver del mundo profano, que no son "iniciables" en ningún grado. 
26. No entendemos por ello palabras o signos exteriores y convencionales, pues estos no son en realidad sino la representación simbólica de tales medios. 
27. Recordemos aquí el elemental adagio escolástico: "para obrar, es preciso ser". 
28. Es lo que indica, en la tradición hindú, el nombre Hamsa, dado como el nombre de la única casta existente en los orígenes, y designando propiamente un estado que es ativarna, es decir, más allá de la distinción entre las castas actuales. 
29. Ver L'Esotérisme de Dante, especialmente p.p. 63-64 y 94. 
30. No es preciso decir que no es, rigurosamente hablando, una materia prima sino en sentido relativo, no en sentido absoluto; pero esta distinción no es importante desde el punto de vista en que aquí nos situamos, y por otra parte, es igual a la materia prima de un mundo como el nuestro, que, estando ya determinada de cierta forma, no es en realidad, con respecto a la sustancia universal, sino una materia secunda (Cf. Le Règne de la Quantité et les signes des Temps, cap. II), de manera que, incluso bajo esta relación, la analogía con el desarrollo de nuestro mundo a partir del caos inicial es realmente exacta. 
31. De aquí vienen expresiones como "dar la luz" y "recibir la luz", empleadas para designar, con respecto al iniciador y al iniciado respectivamente, la iniciación en sentido restringido, es decir, la transmisión misma de la que se trata aquí. Se notará también, en lo que concierne a los Elohim, que el número septenario que se les atribuye está en relación con la constitución de las organizaciones iniciáticas, que debe ser efectivamente una imagen del propio orden cósmico.

Hermanubis

domingo, 21 de noviembre de 2010

INTRODUCCIÓN A LA SIMBOLOGÍA

Desde la antigüedad, todo lo que se observaba, se expresaba a través de la gráfica gestual del objeto o idea en sí, el sol por un círculo, la luna y la mujer por la media luna, etc., lo que conformó la ideografía (Signos), más tarde se originaron los símbolos, que eran identificados en sonidos, pronunciados en sílabas (fonética signo sonido) es decir la imagen identificada por la palabra, cuya pronunciación es el sonido-expresión; identificando así la imagen y viceversa.

El símbolo es el génesis de los sistemas de escritura, sílabas y pronunciaciones originándose las lenguas antiguas.
El signo es el carácter y elemento esencial y el símbolo es la representación, reflejo del mismo con o sin analogía con otros conceptos o hechos. Ejemplo: tenemos las notas musicales, cada una de ellas son signos esenciales, pero en su conjunto representan una melodía (símbolo) es decir; una estructura con su forma armónica irradiando hacia el exterior, otro sin sonido (signos esenciales) que en el conjunto puede ser un símbolo viviente: emitiendo variados mensajes que pueden ser captados o no, como sucede en las ceremonias, en los rituales mágicos y/o religiosos.
Por otra parte, la idea puede ser un signo en sí mismo o puro, pero debe ser expresado en figuras, objetos, sonidos, palabras. Lo mismo sucede con los signos en la alquimia, astrología, matemáticas, etc.
Es decir, el símbolo en conclusión, está conformado por uno o varios signos que es la esencia oculta (interna) y el símbolo es el reflejo (externo), de ahí en más las observaciones e interpretaciones son libres en la medida que se sintoniza con la esencia oculta velada representada por el símbolo.
Por lo general, a veces lo que se identifica literalmente como signo suele ser a la vez un símbolo, ya sea natural o artificial, porque en esencia es lo mismo.

Desde la antigüedad lo que se observaba se expresaba en figuras, colores, sonidos, gesticulaciones, la gran diversidad de infinitas formas de manifestación tanto del ser como de la naturaleza misma, es decir un "todo".
Es por ello la aplicación de la Ley de CORRESPONDENCIA o ANALOGIA permitiendo la develación en relación con los colores, los aromas, los números, las formas, etc. Produciendo la develación de lo desconocido por lo conocido.
Existen distintas concepciones y análisis del símbolo: por observación, percepción, analogía, relación. También siete modos distintos de interpretación, además de la Hermenéutica.
Uno de los primeros ejemplos del símbolo-signo, surge en Platón con el concepto de Arquetipo identificándolo como Idea y más tarde surge Jung con el concepto del modelo innato en común en el inconciente colectivo, es decir la memoria de la humanidad.
Por ello el símbolo no tiene fronteras, ni edad, es tan antiguo y universal como el Ser Humano.
Encontramos símbolos en los sueños, en las religiones (Textos sagrados) en lo mágico (Ceremonial), en los alfabetos, en los sonidos, en las flores, en los colores, en la naturaleza (Geometría natural) en el cielo, en el Ser que develado produce múltiples efectos, por ello el poder de la palabra, el logos manifestado que a veces sintonizamos.
El Ser al igual que el Universo es un GRAN ARCANO hay que DEVELARLO, con el principio; CONOCETE A TI MISMO…

por Guillermo J. Pinasco.

domingo, 7 de noviembre de 2010

VÍA INICIATICA Y VÍA MÍSTICA

La confusión entre el dominio esotérico e iniciático y el dominio místico, o, si se prefiere, entre los puntos de vista que respectivamente les corresponden, es una de las que más frecuentemente se cometen hoy en día, y ello, nos parece, de una manera no siempre completamente desinteresada; hay aquí, por lo demás, una actitud nueva, o que al menos, en ciertos ambientes, se ha generalizado demasiado en los últimos años, y es por lo que nos parece necesario comenzar por explicarnos claramente sobre este punto. Está ahora de moda, si puede decirse así, el calificar de "místicas" a las doctrinas orientales, incluidas aquellas en donde no hay ni siquiera la sombra de una apariencia exterior que pudiera, en aquellos que no ven más allá, dar lugar a una calificación semejante; el origen de esta falsa interpretación es naturalmente imputable a ciertos orientalistas, que pueden por otra parte no haber sido inducidos de principio por una segunda intención claramente definida, sino únicamente por su incomprensión y por un prejuicio más o menos inconsciente, que les es habitual, al pensar sólo desde puntos de vista occidentales (2). 
Pero otros llegan a continuación que se adueñan de esta asimilación abusiva, y que, viendo el provecho que podrían sacar para sus propios fines, se esfuerzan en propagar la idea fuera de ese mundo especial, y en resumidas cuentas bastante restringido, de los orientalistas y de su clientela; y esto es más grave, no solamente porque es ante todo por ello que esta confusión se difunde cada vez más, sino también porque no es difícil advertir las señales inequívocas de una tentativa "anexionista" contra la cual es preciso protegerse. En efecto, aquellos a los que aludimos son a los que se puede considerar como los negadores más "serios" del esoterismo; queremos referirnos con ello a los exoteristas religiosos que se niegan a admitir nada más allá de su propio dominio, pero que estiman sin duda esta asimilación o esta "anexión" más hábil que una negación brutal; y, viendo de qué manera algunos de ellos se esfuerzan en transformar en "misticismo" las doctrinas más claramente iniciáticas, realmente parecería que esta labor reviste a sus ojos un carácter particularmente urgente (3). A decir verdad, habría no obstante en el mismo dominio religioso al cual pertenece el misticismo, algo que, en ciertos aspectos, podría prestarse a un acercamiento, o mejor dicho a una apariencia de acercamiento: es lo que se designa con el término "ascética", pues reviste aquí al menos un método "activo", en lugar de la ausencia de método y de la "pasividad" que caracterizan al misticismo y sobre los cuales hemos de volver más adelante (4); pero no hay duda de que estas similitudes son por completo exteriores, y, por otra parte, esta "ascética" no tiene posiblemente sino objetivos demasiado visiblemente limitados como para poder ser ventajosamente utilizada de esta forma, mientras que, con el misticismo, no se sabe jamás exactamente a dónde se llega, y esta misma vaguedad es con seguridad propicia a las confusiones. Unicamente aquellos que se entregan a este trabajo deliberadamente, y no los que los siguen más o menos inconscientemente, no parecen dudar de que, en todo lo que se refiere a la iniciación, no hay en realidad nada de vago ni de nebuloso, sino por el contrario elementos precisos y "positivos"; y, de hecho, la iniciación es, por su propia naturaleza, incompatible con el misticismo.
Esta incompatibilidad no resulta, por otra parte, de lo que originalmente implica el término "misticismo", que está incluso manifiestamente emparentado con la antigua designación de los "misterios", es decir, con algo que pertenece por el contrario al orden iniciático; pero este término es de aquellos por los cuales, lejos de poderse referir únicamente a la etimología, se está rigurosamente obligado, si uno quiere hacerse comprender, a tener en cuenta el sentido que le ha sido impuesto por el uso, y que es, de hecho, el único al que actualmente se le vincula. Ahora bien, cada uno sabe lo que se entiende por "misticismo", durante ya varios siglos, de manera que no es posible emplear este término para designar algo distinto; y es esto lo que, como dijimos, no tiene y no puede tener nada en común con la iniciación, en primer lugar porque este misticismo compete exclusivamente al dominio religioso, es decir, exotérico, y después porque la vía mística difiere de la vía iniciática en todos sus caracteres esenciales, y esta diferencia es tal que de ella se deriva una verdadera incompatibilidad. Precisemos por otra parte que se trata de una incompatibilidad de hecho más bien que de principio, en el sentido en que no se trata en absoluto de negar el valor, al menos relativo, del misticismo, ni de poner en duda el lugar que legítimamente le pertenece en ciertas formas tradicionales; la vía iniciática y la vía mística pueden perfectamente coexistir (5), pero lo que queremos indicar es que es imposible que nadie siga a la vez ambas, incluso sin juzgar de antemano el fin al cual pueden conducir, aunque por lo demás se pueda ya presentir, en razón de la profunda diferencia entre los dominios a los cuales se refieren, que este fin no podría ser en realidad el mismo. 
Hemos dicho que la confusión que hace que algunos vean misticismo allí donde no hay la menor traza de ello tiene su punto de partida en la tendencia de reducirlo todo a los puntos de vista occidentales; y es que, en efecto, el misticismo propiamente dicho es algo exclusivamente occidental y, en el fondo, específicamente cristiano. Por este motivo, vamos a aprovechar la ocasión de indicar algo que nos parece lo bastante curioso como para que lo mencionemos aquí: en un libro del cual ya, en otro lugar, hemos hablado (6), el filósofo Bergson, oponiendo lo que el llama la "religión estática" a la "religión dinámica", ve la más alta expresión de esta última en el misticismo, al que por otra parte apenas comprende, y al cual admira especialmente por todo lo que nosotros podríamos por el contrario encontrar de vago e incluso, bajo ciertos aspectos, de defectuoso; pero lo que puede parecer realmente extraño por parte de un "no cristiano" es que, para él, el "misticismo completo", por poco satisfactoria que sea la idea que de hecho es, no es sino el de los místicos cristianos. A decir verdad, por una consecuencia necesaria de la poca estima que él siente por la "religión estática", olvida que aquellos son cristianos antes incluso de ser místicos, o al menos, para justificarles el ser cristianos, sitúa indebidamente al misticismo en el origen mismo del Cristianismo; y, para establecer a este respecto una especia de continuidad entre éste y el Judaísmo, llega a transformar en "místicos" a los profetas judíos; evidentemente, del carácter de la misión de los profetas y de la naturaleza de su inspiración no tiene la más mínima idea (7). Sea como sea, si el misticismo cristiano, por deformada o menguada que sea su concepción, es a sus ojos el tipo mismo del misticismo, la razón es, en el fondo, bien fácil de comprender: es que, de hecho y estrictamente hablando, apenas existe otro misticismo que éste; e incluso los místicos que se han llamado "independientes", y que de buen grado calificaríamos de "aberrantes", no se inspiran en realidad, debido a su ignorancia, sino en ideas cristianas desnaturalizadas y más o menos completamente vacías de su contenido original. Pero también esto, como tantas otras cosas, escapa a nuestro filósofo, que se esfuerza en descubrir, anteriormente al Cristianismo, los "esbozos del futuro misticismo", cuando se trata de cosas totalmente diferentes; hay aquí particularmente, sobre la India, algunas páginas que atestiguan una inaudita incomprensión. También están los misterios griegos, y aquí la aproximación, fundada sobre el parentesco etimológico que señalábamos, se reduce en suma a un mal juego de palabras; por lo demás, Bergson se ve obligado a reconocer que "la mayor parte de los misterios no tenían nada de místico"; pero entonces, ¿por qué habla sobre este vocablo?. En cuanto a lo que fueron los misterios, se hace la representación más "profana" que pueda hacerse; ignorándolo todo acerca de la iniciación, ¿cómo podría comprender que había allí, tanto como en la India, algo que en primer lugar no era en absoluto de orden religioso, y que iba incomparablemente más lejos que su "misticismo", e incluso, es preciso decirlo, que el auténtico misticismo, que al mantenerse en el dominio puramente exotérico tiene forzosamente sus limitaciones? (8)
No nos proponemos actualmente exponer en detalle y de forma completa todas las diferencias que separan en realidad a los puntos de vista iniciático y místico, pues sólo para ello se necesitaría todo un volumen; nuestra intención es sobre todo insistir aquí sobre la diferencia en virtud de la cual la iniciación, en su proceso mismo, presenta unos caracteres totalmente distintos a los del misticismo, incluso opuestos, lo que basta para demostrar que hay aquí dos "vías" no solamente distintas, sino también incompatibles en el sentido que hemos indicado. Lo que a menudo se dice a este respecto es que el misticismo es "pasivo", mientras que la iniciación es "activa"; esto es por otra parte muy cierto, a condición de determinar exactamente la acepción en la que debe entenderse. Esto significa principalmente que, en el caso del misticismo, el individuo se limita simplemente a recibir lo que se le presenta, y tal como se le presenta, sin que él mismo actúe para nada; y, digámoslo a continuación, en esto reside para él el principal peligro, en el hecho de que esté así "abierto" a todas las influencias, sean del orden que sean, y que por lo demás, en general y salvo raras excepciones, no tiene la preparación doctrinal que sería necesaria para permitirle establecer entre ellas una discriminación cualquiera (9). En el caso de la iniciación, por el contrario, es al individuo a quien corresponde la iniciativa de una "realización" que se perseguirá metódicamente, bajo un control riguroso e incesante, y que deberá normalmente conducir a superar las posibilidades mismas del individuo como tal; es indispensable añadir que esta iniciativa no es suficiente, pues es demasiado evidente que el individuo no podría superarse a sí mismo por sus propios medios, pero, y esto es lo que nos importa por el momento, es ella lo que constituye obligatoriamente el punto de partida de toda "realización" para el iniciado, mientras que el místico no tiene ninguna, incluso para lo que no va en absoluto más allá del dominio de las posibilidades individuales. Esta distinción puede ya parecer bastante clara, ya que demuestra bien que no podrían seguirse a la vez las vías iniciática y mística, pero sin embargo no podría ser suficiente; podríamos incluso decir que no responde todavía mas que al aspecto más "exotérico" de la cuestión, y, en todo caso, es demasiado incompleta en lo que concierne a la iniciación, de la que está bien lejos de incluir todas las condiciones necesarias; pero, antes de abordar el estudio de estas condiciones, nos quedan todavía algunas confusiones por disipar.

Hermanubis


NOTAS

1. Aperçu podría traducirse como ojeada, idea general o de conjunto, apreciación. (N. del T.) 
2. Es así como, especialmente después de que al orientalista inglés Nicholson se le ocurriera traducir taçawwuf por misticismo, se ha convenido en occidente que el esoterismo islámico es algo esencialmente "místico"; o incluso, en este caso, no se habla de esoterismo, sino únicamente de misticismo, es decir, que se ha llegado a una verdadera sustitución de puntos de vista. Lo mejor del caso es que, en las cuestiones de este orden, la opinión de los orientalistas, que no conocen sino por los libros, cuenta manifiestamente mucho más, a los ojos de la inmensa mayoría de los occidentales, que la opinión de los que tienen un conocimiento directo y efectivo. 
3. Otros se esfuerzan también en transformar las doctrinas orientales en "filosofía", pero esta falsa asimilación es quizá, en el fondo, menos peligrosa que la otra, en razón de la estrecha limitación del propio punto de vista filosófico; éstos no consiguen por otra parte, por la manera especial en que presentan dichas doctrinas, sino hacer algo totalmente desprovisto de interés, y lo que se desprende de sus trabajos es sobre todo una prodigiosa impresión de "aburrimiento". 
4. Podemos citar, como ejemplo de "ascética", los Ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola, cuyo espíritu es incontestablemente tan poco místico como es posible, y para los cuales es al menos verosímil que se inspiró en parte en ciertos métodos iniciáticos de origen islámico, pero, por supuesto, aplicándolos a un objetivo completamente diferente. 
5. Podría ser interesante a este respecto hacer una comparación con la "vía seca" y la "vía húmeda" de los alquimistas, pero esto se saldría del marco del presente estudio. 
6. Los dos orígenes de la moral y de la religión. Ver a este respecto Le Règne de la Quantité et les Signes des Temps, cap. XXXIII. 
7. De hecho, no se puede encontrar misticismo judío propiamente dicho hasta el Hasidismo, es decir, en una época muy reciente. 
8. Alfred Loisy ha querido responder a Bergson y sostener contra él que no hay un solo "origen" de la moral y de la religión; en su calidad de especialista de la "historia de las religiones", prefiere las teorías de Frazer a las de Durkheim, y la idea de una "evolución" contínua a la de una "evolución" por mutaciones bruscas; a nuestros ojos, ambas son equivalentes; pero es al menos un punto sobre el cual debemos darle la razón, y posiblemente se deba a su educación eclesiástica: gracias a ella conoce a los místicos mucho mejor que Bergson, y señala que jamás tuvieron la menor pizca de algo que se pareciera, aun de lejos, al "elán vital"; evidentemente, Bergson ha querido hacer literalmente "bergsonianos", lo que no está muy de acuerdo con la simple verdad histórica; y Loisy se asombra también a justo título al ver a Juana de Arco incluida entre los místicos. -Señalemos de pasada, pues es bueno indicarlo, que su libro comienza con una ingeniosa confesión: "El autor del presente opúsculo declara que no tiene una particular inclinación por las cuestiones de orden puramente especulativo". He aquí al menos una muy loable franqueza; y, ya que es él mismo quien lo dice, y de manera totalmente espontánea, creemos de buen grado sus palabras. 
9. Es el carácter de "pasividad" lo que explica, si bien no los justifica de ninguna manera, los errores modernos que tienden a confundir a los místicos sea con los "médiums" y otros "sensitivos", en el sentido que los "psiquistas" dan a este nombre, sea incluso con los simples enfermos.

sábado, 16 de octubre de 2010

SOBRE EL HERMETISMO

Anteriormente hemos dicho que los Rosa-Cruz fueron propiamente seres que alcanzaron la terminación efectiva de los "pequeños misterios", y que la iniciación rosacruciana, inspirada por ellos, era una forma particular que se relaciona con el hermetismo cristiano; por tanto, por lo que acabamos de explicar, ya se debe poder comprender que de una manera general el hermetismo pertenece al ámbito de lo que es designado como la "iniciación real". Sin embargo, también sería bueno aportar algunas precisiones sobre este tema, porque, aún allí, se han introducido algunas confusiones, y la palabra "hermetismo" en sí misma es empleada por muchos de nuestros contemporáneos en una forma muy vaga e incierta; con ello no sólo queremos hablar de los ocultistas, para los cuales la cosa es demasiado evidente, sino de otros que, al mismo tiempo que estudian la cuestión con seriedad, pareciera como -tal vez a causa de ciertas ideas preconcebidas- que no se Han dado cuenta exactamente de lo que en realidad se trata.




En principio es necesario destacar que esa palabra "hermetismo" indica que se trata de una tradición de origen egipcio, revestida después con una forma helenizada, sin duda en la época alejandrina, y transmitida bajo esta forma, en la Edad Media, al mundo islámico y al cristiano a la vez, y, agregaremos, al segundo en gran parte por intermedio del primero, como lo prueban los numerosos términos árabes o arabizados adoptados por los hermetistas europeos, comenzando por la misma palabra "alquimia" (el-kimyâ). Sería entonces totalmente abusivo extender esta designación a otras forma tradicionales, tanto como por ejemplo lo sería llamar "Kábala" a otra cosa que al esoterismo hebraico; por supuesto, eso no quiere decir que no existan equivalentes, por el contrario esta ciencia tradicional que es la alquimia tiene su exacta correspondencia en doctrinas como las de la India, el Tibet y China, aunque con modos de expresión y métodos de realización naturalmente bastante diferentes; pero desde que se pronuncia el nombre de "hermetismo", con ello se especifica una forma claramente determinada, cuya procedencia no puede ser otra que greco-egipcia. En efecto, por ello mismo la doctrina así designada es relacionada con Hermes, en tanto que este era considerado por los griegos como idéntico al Thot egipcio; por otra parte esto presenta a esta doctrina como esencialmente derivada de una enseñanza sacerdotal, porque Thot, en su función de conservador y transmisor de la tradición, no es otra cosa que la representación misma del antiguo sacerdocio egipcio, ó dicho más claramente, del principio de inspiración "suprahumana" de la cual este tenía toda su autoridad y en nombre de la cual formulaba y comunicaba el conocimiento iniciático. No se podría ver allí la menor contradicción con el hecho de que esta doctrina pertenezca propiamente al dominio de la iniciación real, porque debe ser dado por supuesto que, en toda tradición regular y completa, es el sacerdocio quien, en virtud de su función esencial de enseñanza, confiere igualmente las dos iniciaciones, directa o indirectamente, y quien así asegura la efectiva legitimidad de la iniciación real en sí misma, relacionándola a su principio superior, de la misma forma que el poder temporal no puede extraer su legitimidad más que de una consagración recibida de la autoridad espiritual.
Dicho esto, el principal problema que se plantea es este: ¿esto que se ha mantenido con el nombre de "hermetismo" puede ser visto como constituyendo una doctrina tradicional completa en sí misma? La respuesta sólo puede ser negativa, porque allí no se trata estrictamente más que de un conocimiento no metafísico, sino sólo cosmológico, por otra parte entendiendo esta palabra en su doble aplicación "macrocósmica" y "microcósmica", porque surge por sí mismo que, en toda concepción tradicional, hay siempre una estrecha correspondencia entre esos dos puntos de vista, no es entonces admisible que el hermetismo, en el sentido que ha tomado esa palabra desde la época alejandrina y mantenido desde entonces, represente, aunque fuese a titulo de "readaptación", la totalidad de la tradición egipcia, tanto más cuanto que ello sería claramente contradictorio con el rol esencial jugado en ésta por el sacerdocio del que hemos hablado; bien que, a decir verdad, el punto de vista cosmológico parece haber sido allí particularmente desarrollado, al menos en la medida en la que es posible actualmente saber algo de ello y por lo tanto sea poco preciso, y que en todo caso sea eso lo que hay de más aparente en todos los vestigios que de ello subsisten, se trate de textos o monumentos, no hay que olvidar que no puede ser jamás más que un punto de vista secundario y contingente, una aplicación de la doctrina principal al conocimiento de lo que podemos llamar el "mundo intermedio", es decir del dominio de manifestacion sútil donde se sitúan las prolongaciones extracorporales de la individualidad humana, o las posibilidades cuyo desarrollo conciernen propiamente a los "pequeños misterios".
Podría ser interesante, pero sin duda bastante dificil, investigar cómo esta parte de la tradición egipcia, pudo de alguna manera aislarse y conservarse en una forma aparentemente independiente, luego incorporarse al esoterismo islámico y al esoterismo cristiano de la Edad Media (lo que por otra parte no podría haber hecho una doctrina completa), al punto de devenir verdaderamente parte integrante de una y otra, y proporcionarles todo un simbolismo que, por una conveniente transposición, ha podido hasta servir a veces de vehículo a verdades de un orden más elevado. No queremos entrar aquí en esas consideraciones históricas demasiado complejas; sea lo que fuere de este problema particular, recordaremos que las ciencias de orden cosmológico son efectivamente aquellas que, en las civilizaciones tradicionales, han sido sobre todo patrimonio de los Kshatriyas o de sus equivalentes, mientras que la metafísica pura era propiamente, como ya hemos dicho, la de los brahamanes, a veces se han podido constituir corrientes tradicionales incompletas, reducidas a esas únicas ciencias separadas de su principio trascendente, y hasta, tal como lo indicamos antes, desviadas en el sentido "naturalista", por negación de la metafísica y desconocimiento del carácter subordinado de la ciencia "física", tanto como del origen esencialmente sacerdotal de toda enseñanza iniciática, y más particularmente la destinada al uso de los Kshatriyas. Eso no quiere decir que el hermetismo constituya en sí mismo una desviación tal o que implique algo de ilegítimo, lo que evidentemente habría hecho imposible su incorporación a formas tradicionales ortodoxas; pero es necesario reconocer que bien puede prestarse a ello por su misma naturaleza y a poco que se presenten las circunstancias favorables a esta desviación; por lo demás ese es el peligro de todas las ciencias tradicionales cuando son cultivadas por sí mismas, perdiendo de vista su relación con el orden principal. La alquimia, que se podría definir como siendo la "técnica" del hermetismo, es "un arte real", si por ello se entiende un modo de iniciación especialmente apropiado a la naturaleza de los Kshatriyas; pero eso marca precisamente su lugar en el conjunto de una tradición regularmente constituida, y, además es necesario no confundir los medios de una realización iniciática, sea los que sean, con su objetivo, el que en definitiva es siempre el puro conocimiento.
Por otro lado, es necesario desconfiar de una cierta asimiliación que a veces tiende a establecerse entre hermetismo y "magia"; incluso si se lo toma en un sentido diferente del que se le da de ordinario, es de temer que esto que no es sino un abuso del lenguaje, provoque confusiones irritantes. En sí misma, la magia no es más que una de las más inferiores entre todas las aplicaciones del conocimiento tradicional, y no vemos que pueda haber la menor ventaja en evocar la idea de ello cuando en realidad se trata de cosas que, aún siendo contingentes, son sin embargo de un nivel notablemente más elevado. Además, puede que haya allí otra cosa que una simple cuestión de terminologóa mal aplicada: en nuestra época, esa palabra "magia" ejerce sobre algunos una extraña fascinación, y, como ya hemos señalado, la importancia acordada a tal punto de vista, sería hasta intencionado, esto está también ligado a la alteración de las ciencias tradicionales separadas de su principio metafísico; ese es sin duda el principal escollo con el cual corre el riesgo de chocar toda tentativa de reconstitución o restauración de tales ciencias, si no se comienza por lo que es verdaderamente el comienzo en todas sus referencias, es decir por el principio mismo, que al mismo tiempo es también el fin en vista de lo que todo el resto debe ser normalmente ordenado.
Otro punto sobre el cual hay que insistir, es la naturaleza puramente "interior" de la verdadera alquimia, que es propiamente de orden psiquico cuando se la toma en su aplicación más inmediata, y de orden espiritual cuando se la transpone en su valor superior; allí está en realidad, lo que le da todo su valor desde el punto de vista iniciático. Esta alquimia no tiene entonces absolutamente nada que ver con las operaciones materiales de una "química" cualquiera, en el sentido actual de esa palabra; casi todos los modernos se han descuidado extrañamente en lo anterior, tanto aquellos que han querido erigirse en defensores de la alquimia como los que, por el contrario, se hicieron sus detractores; y este descuido es aún menos excusable en los primeros que en los segundos, quienes, al menos, jamás han pretendido la posesión de un conocimiento tradicional cualquiera. No obstante es bien fácil ver en ocasiones a los antiguos hermetistas hablar de los "sopladores" y "quemadores de carbón", en los cuales es necesario reconocer a los verdaderos precursores de los químicos actuales, por tan poco halagüeño que sea para estos últimos; y, hasta en el siglo XVIII, no falta un alquimista como Pernety que subraye en toda ocasión la diferencia entre la "filosofia hermética" y la "quimica vulgar". Así, como muchas veces lo hemos dicho mostrando el carácter de "residuo" que tienen las ciencias profanas en relación a las ciencias tradicionales, lo que ha dado nacimiento a la química moderna, no es para nada la alquimia, con la cual no tiene ninguna relación real la "hiperquímica" imaginada por algunos ocultistas contemporáneos; en eso sólo hay una deformación o una desviación, surgida de la incomprensión de aquellos que, profanos desprovistos de toda calificación iniciática e incapaces de penetrar en cualquier medida el verdadero sentido de los simbolos, tomaron todo al pie de la letra, siguiendo la acepción más exterior y el más vulgar de los términos empleados, y, a continuación creyendo que en todo ello no se trataba más que de operaciones materiales, se lanzaron a una experimentación más o menos desordenada, y en todo caso bastante poco digna de interés desde más de un punto de vista. Igualmente en el mundo árabe, la alquimia material siempre ha sido muy poco considerada, a veces hasta asimilada a una especie de brujería, mientras que, por el contrario, se tenía en mucho honor a la alquimia "interior" y espiritual, a menudo designada con el nombre de kimyâ es-saâdah ó "alquimia de la felicidad".
Por otra parte, eso no quiere decir que sea necesario negar la posibilidad de las transmutaciones metálicas, que ante los del vulgo representan la alquimia; pero es necesario reducirlas a justa importancia, que en suma no es más grande que la de las experiencias "científicas" cualesquiera, y no confundir cosas que son de un orden totalmente diferente; hasta a priori no se ve porque no podría ocurrir que tales transmutaciones sean realizadas por procedimientos que simplemente surgen de la química profana (en el fondo, la "hiperquímica" a la que siempre hacemos alusión no es otra cosa que una tentativa de ese tipo). Sin embargo hay otro aspecto del problema: el ser que ha llegado a la realización de ciertos estados interiores puede, en virtud de la relación análoga del "microcosmo" con el "macrocosmo", producir exteriormente los correspondientes efectos; es entonces perfectamente admisible que quien ha alcanzado un cierto grado en la práctica de la alquimia "interior" sea capaz por ello mismo de cumplir transmutaciones metálicas u otras cosas del mismo orden, pero ello a título de consecuencia totalmente accidental, y sin recurrir a ninguno de los procedimientos de la pseudialquimia material, sino únicamente por una especie de proyección hacia afuera de las energías que contiene en sí mismo. Por otra parte hay, también aquí, una distinción esencial a hacer: puede que en ello sólo se trate de una acción de orden psíquico, es decir de la puesta en acción de influencias sutiles pertenecientes al dominio de la individualidad humana, y podría decirse que eso es alquimia material, si se quiere, pero operando por medios totalmente diferentes de los de la pseudoalquimia, que exclusivamente se relacionan con la zona corporal; o bien, para un ser que haya alcanzado un grado de realización más elevado, puede tratarse de una acción exterior de verdaderas influencias espirituales, como la que se produce en los "milagros" de las religiones, y sobre lo que anteriormente hemos dicho algunas palabras. Entre esos dos casos, hay una diferencia comparable a la que separa la "teúrgia" de la magia (bien entendido que, volvemos a insistir, no sea de la magia de lo que tratamos aquí, de modo que sólo indicamos esto a título de comparación), ya que esta diferencia es, en suma, la misma que puede hacerse entre el orden espiritual y el orden psíquico; si los efectos aparentes son a veces los mismos en uno y otro caso, las causas que los producen no dejan de ser por ello menos profundamente y totalmente diferentes. Por otra parte agregaremos que quienes realmente poseen tales poderes se abstienen cuidadosamente de exhibirlos para asombrar a la multitud, y hasta generalmente no hacen ningún uso de ello, al menos fuera de ciertas circunstancias particulares donde su ejercicio se encuentra legitimado por otras consideraciones.
Sea lo que fuere, lo que es necesario no perder núnca de vista, y lo que está en la misma base de toda enseñanza verdaderamente iniciática, es que toda realización digna de ese nombre es de orden esencialmente interior, aun si ella es susceptible de tener en el exterior cualquier género de repercusiones. De ello el hombre sólo puede encontrar los principios en sí mismo, y lo puede porque lleva en él la correspondencia de todo lo que existe, porque es necesario no olvidar que, siguiendo una fórmula del esoterismo islámico, "el hombre es el símbolo de la Existencia Universal", y si alcanza a penetrar justo hasta el centro de su propio ser, allí mismo alcanza el conocimiento total, con todo lo qie implica por añadidura: "aquel que se conoce a sí mismo conoce al Señor", y conoce entonces todas las cosas en la suprema unidad del Principio mismo, en el cual está "eminentemente" contenida toda realidad.

Hermanubis

martes, 14 de septiembre de 2010

LA TRANSMISIÓN INICIATICA

Dijimos anteriormente que la iniciación propiamente dicha consiste esencialmente en la transmisión de una influencia espiritual, transmisión que no puede efectuarse sino por medio de una organización tradicional regular, de tal manera que no podría hablarse de iniciación fuera de la adhesión a una tal organización.
Hemos precisado que la "regularidad" debía ser entendida como excluyendo a todas las organizaciones seudoiniciáticas, es decir, a todas aquellas que, sean cuales sean sus pretensiones y por cualquier apariencia que adopten, no son efectivamente depositarias de ninguna influencia espiritual, y no pueden en consecuencia transmitir en realidad nada. Desde este momento es fácil de comprender la importancia capital que todas las tradiciones atribuyen a lo que se designa como la "cadena" iniciática, es decir, una sucesión que garantiza de manera ininterrumpida la transmisión de que se trata; fuera de esta sucesión, en efecto, la observación misma de las formas rituales sería en vano, pues faltaría el elemento vital esencial para su eficacia.
Volveremos más especialmente a continuación sobre la cuestión de los ritos iniciáticos, pero debemos ahora responder a una objeción que puede presentarse aquí: los ritos, se dirá, no tienen por sí mismos una eficacia que le es inherente?. En efecto, la tienen, ya que, si no son observados, o si son alterados en alguno de sus elementos esenciales, ningún resultado efectivo podrá ser obtenido; pero, si esta es una condición necesaria, no es sin embargo suficiente, y es preciso además para que los ritos tengan efecto, que sean cumplidos por quienes están cualificados para hacerlo. Esto, por otra parte, no es, de ningún modo, particular a los ritos iniciáticos, sino que se aplica también a los ritos de orden exotérico, por ejemplo a los ritos religiosos, que tienen su propia eficacia, pero que no pueden ser cumplidos validamente por cualquiera; así, si un rito religioso requiere una ordenación sacerdotal, quien no haya recibido esta ordenación no obtendrá ningún resultado por mucho que observe todas las formas o incluso tenga la intención requerida, ya que no es portador de la influencia espiritual que debe operar tomando estas formas rituales como soporte.
Incluso en los ritos de orden más inferior, concernientes a aplicaciones tradicionales secundarias, como por ejemplo los ritos de orden mágico, donde interviene una influencia que no tiene nada de espiritual, sino que es simplemente psíquica (entendiendo con ello, en sentido general, lo que pertenece al dominio de los elementos sutiles de la individualidad humana y lo que le corresponde en el orden "microcósmico"), la producción de un efecto real está condicionada en muchos casos por una determinada transmisión; y la más vulgar hechicería rural suministraría a este respecto numerosos ejemplos.
No hemos de insistir por otra parte en este último punto, que está fuera de nuestro objeto; únicamente lo indicamos para hacer comprender que, con mayor razón, una transmisión regular es indispensable para permitir cumplir válidamente los ritos que implican la acción de una influencia de orden superior, que propiamente puede ser llamada "no humana", lo que a la vez es el caso de los ritos iniciáticos y de los ritos religiosos.
Este es en efecto el punto esencial, y es preciso todavía insistir en ello: ya hemos dicho que la constitución de organizaciones iniciáticas regulares no está a disposición de las simples iniciativas individuales, y se puede decir exactamente lo mismo en lo que concierne a las organizaciones religiosas, pues, en ambos casos, es necesaria la presencia de algo que no podría provenir de los individuos, estando más allá del dominio de las posibilidades humanas.
Podrían, por otra parte, reunirse ambos casos diciendo que aquí se trata, de hecho, de todo el conjunto de las organizaciones que pueden verdaderamente ser calificadas de tradicionales; se comprenderá entonces, sin que haya necesidad de hacer intervenir otras consideraciones, la razón de que rehusemos, como hemos dicho en muchas ocasiones, aplicar el nombre de tradición a cosas que no son sino puramente humanas, como abusivamente hace el lenguaje profano; no será inútil señalar que el mismo nombre de "tradición", en su sentido original, no expresa sino la idea de transmisión que ahora consideramos, y ésta es por otra parte una cuestión sobre la cual volveremos más adelante.
Se podría ahora, para más comodidad, dividir a las organizaciones tradicionales en "exotéricas" y "esotéricas", aunque ambos términos, si se quisieran entender en su sentido más preciso, no se aplican quizá en todas partes con igual exactitud; pero, para lo que actualmente tenemos a la vista, nos será suficiente entender por "exotéricas" las organizaciones que, en una cierta forma de civilización, están abiertas indistintamente a todos, y por "esotéricas" a las que están reservadas a una elite, o, en otras palabras, donde no son admitidos sino quienes poseen una "cualificación" particular. Estas últimas son propiamente las organizaciones iniciáticas; en cuanto a las otras, no comprenden solamente a las organizaciones específicamente religiosas, sino también, como se observa en las civilizaciones orientales, a organizaciones sociales que no tienen este carácter religioso, estando al igual vinculadas a un principio de orden superior, lo que es en todos los casos la condición indispensable para que puedan ser reconocidas como tradicionales.
Por otra parte, ya que no hemos de considerar aquí a las organizaciones exotéricas, sino únicamente para comparar su caso con el de las organizaciones esotéricas o iniciáticas, nos podemos limitar a la consideración de las organizaciones religiosas, pues son las únicas en este orden que se conocen en Occidente, y así las referencias serán inmediatamente comprensibles.
Diremos entonces esto: toda religión, en el verdadero sentido de la palabra, tiene un origen "no humano" y está organizada de forma que conserve el depósito de un elemento igualmente "no humano" que tiene desde el origen; este elemento, que pertenece al orden de lo que llamamos las influencias espirituales, ejerce su acción efectiva por medio de ritos apropiados, y el cumplimiento de estos ritos, para ser válido, es decir, para suministrar un soporte real a la influencia de que se trata, requiere una transmisión directa e ininterrumpida en el seno de la organización religiosa.
Si esto es así en el orden simplemente exotérico (y está claro que lo que decimos no se dirige a los "críticos" negadores a los cuales hemos hecho alusión anteriormente, que pretenden reducir la religión a un "hecho humano", y de los cuales no hemos de tomar su opinión en consideración, al igual que de todo lo que no procede sino de prejuicios antitradicionales), con mayor razón deberá serlo en un orden más elevado, es decir, en el orden esotérico. Los términos de los que nos servimos son tan amplios como para ser aplicados, incluso aquí, sin ninguna variación, reemplazando únicamente la palabra "religión" por "iniciación"; toda la diferencia recaerá sobre la naturaleza de las influencias espirituales que entran en juego (pues hay aún muchas distinciones que hacer en este dominio, en el cual incluimos en suma todo lo que se refiere a las posibilidades de orden supra-individual), y especialmente sobre las respectivas finalidades de la acción que éstas ejercen en uno y otro caso.
Si, para mejor hacernos entender, nos referimos más particularmente al caso del cristianismo en el orden religioso, podríamos añadir que los ritos de iniciación, teniendo como objetivo inmediato la transmisión de la influencia espiritual de un individuo a otro, que, en principio al menos, podrá por consiguiente transmitirla a su vez, son exactamente comparables a este respecto con los ritos de ordenación; y se puede incluso indicar que unos y otros son similarmente susceptibles de comportar numerosos grados, no siendo la plenitud de la influencia espiritual forzosamente comunicada de una sola vez con todas las prerrogativas que implica, especialmente en lo que concierne a la aptitud actual para ejercer tales o cuales funciones en la organización tradicional.
Ahora bien, se sabe la importancia que tiene, para las Iglesias cristianas, la cuestión de la "sucesión apostólica", y esto se comprende sin dificultad, ya que, si esta sucesión se interrumpiera, ninguna ordenación podría ser válida, y, por consiguiente, la mayor parte de los ritos no sería mas que una vana formalidad sin alcance efectivo.
Quienes admiten a justo título la necesidad de tal condición en el orden religioso no deberían tener la menor dificultad en comprender que no se impone menos rigurosamente en el orden iniciático, o, en otras palabras, una transmisión regular, constituyendo la "cadena" de la que hablábamos, es también estrictamente indispensable.
Dijimos hace un momento que la iniciación debe tener un origen "no humano", pues, sin ello, no podría de ningún modo alcanzar su meta final, que sobrepasa el dominio de las posibilidades individuales; esta es la razón por la cual los verdaderos ritos iniciáticos, como indicábamos anteriormente, no pueden estar relacionados con autores humanos, y, de hecho, no se conocen nunca tales autores, al igual que no se conocen los inventores de los símbolos tradicionales, y ello por la misma razón, ya que estos símbolos son igualmente "no humanos" en su origen y en su esencia; y, por otra parte, existen, entre los ritos y los símbolos, unos vínculos muy estrechos que más tarde examinaremos.
Se puede decir con todo rigor que, en casos como éstos, no hay un origen "histórico", ya que el origen real se sitúa en un mundo en el cual no se aplican las condiciones de tiempo y lugar que definen a los hechos históricos como tales; y ésta es la razón por la cual estas cosas escapan siempre inevitablemente a los métodos profanos de investigación, que, en cualquier caso y por definición, no pueden ofrecer resultados relativamente validos sino en el orden puramente humano.
En tales condiciones, es fácil comprender que el papel del individuo que confiere la iniciación a otro es verdaderamente un papel de "transmisor", en el más exacto sentido de la palabra; no actúa en tanto que individuo, sino en tanto que soporte de una influencia que no pertenece al orden individual; es únicamente un eslabón de la "cadena" cuyo punto de partida está fuera y más allá de la humanidad.
Es esta la razón por la cual no puede actuar en su propio nombre, sino en nombre de la organización a la que está vinculado y de la cual le provienen sus poderes, o, más exactamente todavía, en nombre del principio que esta organización representa visiblemente. Esto explica, por otra parte, que la eficacia del rito cumplido por un individuo sea independiente del valor propio de ese individuo como tal, lo que es igualmente cierto para los ritos religiosos; y no entendemos esto en sentido "moral", lo que evidentemente no tendría importancia en una cuestión que en realidad es de orden exclusivamente "técnico", sino en el sentido en que, incluso si el individuo considerado no posee el necesario grado de conocimiento para comprender el sentido profundo del rito y la razón esencial de sus diversos elementos, dicho rito no dejará de tener pleno efecto si, estando regularmente investido de la función de "transmisor", lo cumpliera observando todas las reglas prescritas, y con una intención que sea suficiente para determinar la conciencia de su vinculación a la organización tradicional.
De ello deriva inmediatamente la consecuencia de que, incluso una organización en donde no se encontraran en un cierto momento más que lo que hemos denominado iniciados "virtuales" (y volveremos todavía sobre esto más adelante), no sería por ello menos capaz de continuar transmitiendo realmente la influencia espiritual de la cual es depositaria; es suficiente para ello que la "cadena" no sea interrumpida; y, a este respecto, la conocida fábula del "asno transportando las reliquias" es susceptible de un significado iniciático digno de ser meditado.
Por el contrario, el conocimiento completo de un rito, si ha sido obtenido fuera de las condiciones regulares, está por completo desprovisto de todo valor efectivo; tal es así, por tomar un ejemplo simple (ya que el rito se reduce esencialmente a la pronunciación de una palabra o una fórmula), que, en la tradición hindú, el mantra que no ha sido obtenido de la boca de un gurú autorizado no tiene ningún efecto, pues no está "vivificado" por la presencia de la influencia espiritual de la cual únicamente está destinado a ser el vehículo.
Esto se extiende, por otra parte, en un grado u otro, a todo lo que está vinculado a una influencia espiritual: así, el estudio de los textos sagrados de una tradición, realizado mediante libros, no podría jamás suplir a su comunicación directa; y esta es la razón de que, incluso allí donde las enseñanzas tradicionales han sido más o menos completamente puestas por escrito, éstas no dejan de ser regularmente objeto de una transmisión oral, que, al mismo tiempo que es indispensable para obtener su pleno efecto (desde el momento en que no se trata de atenerse a un conocimiento simplemente teórico), asegura la perpetuación de la "cadena" a la cual está unida la vida misma de la tradición.
De otro modo, no se trataría sino de una tradición muerta, con la cual ninguna vinculación efectiva es posible; y, si el conocimiento de lo que resta de una tradición puede tener todavía un cierto interés teórico (fuera, por supuesto, del punto de vista de la simple erudición profana, cuyo valor es nulo, y en tanto sea susceptible de ayudar a la comprensión de ciertas verdades doctrinales) no podría ofrecer ningún beneficio directo con vistas a una "realización" cualquiera.
Se trata también, en todo esto, de la comunicación de algo "vital"; en la India, ningún discípulo puede sentarse jamás frente al gurú, con el fin de evitar que la acción del prâna, que está unido al aliento y a la voz, ejerciéndose demasiado directamente, produzca un choque violento que, por consiguiente, podría ser psíquica e incluso físicamente peligroso. Esta acción es tanto más poderosa, en efecto, en cuanto que el prâna mismo, en este caso, no es sino el vehículo o el soporte sutil de la influencia espiritual que se transmite de gurú a discípulo; y el gurú, en su función propia, no debe ser considerado como una individualidad (desapareciendo ésta entonces verdaderamente, salvo en tanto como simple soporte), sino únicamente como el representante de la tradición que él encarna en cualquier caso en relación con su discípulo, lo que constituye exactamente el papel de "transmisor" del que hemos hablado.

Por René Güenon

viernes, 20 de agosto de 2010

¡¡¡ BÚSCATE !!!

CONÓCETE
Aíslate de toda vibración externa. Enciérrate en lo más profundo de tu ser.
Despierta tu Sinfonía latente. Escúchate a ti mismo. Así descubrirás el porqué de la vida, y conocerás tu camino.
Entonces ve consciente por el mundo. Y cumple tu destino con la confianza del que sabe a dónde va, y cómo ha de llegar.

TODO ESTA EN TI
Busca en tu interior. Allí está tu Sendero y tu Luz. Sé libre. No esperes que alguien guíe tus pasos. No pretendas que los demás vivan según tus deseos. Cada uno ha de ir adelante, por su propio esfuerzo y su propio camino. Todo lo que hagas por ajena influencia y no por convicción propia, deformará, retardará tu propia vida. Realiza todo lo que sientas en ti y lograrás ascender.

VIVE TU VIDA
Vive tu vida en toda su plenitud. Que tu Espíritu vibre intensamente al contacto del mundo, y despertarás el Infinito que dormita en ti. Que nada turbe la serenidad de tu corazón; la armonía interior es indispensable a todo progreso y conocimiento. Cumple tu deber con sencillez. Todos tienen un mensaje para ti. Tú también tienes un mensaje para todos. No desprecies ni un segundo de tu existencia. Vive alerta.

NO MALDIGAS EL DOLOR
El espolón del dolor tiene por objeto encauzar nuestros pasos, pues sólo entra en acción al quebrantar las Leyes de la Vida. Por eso el sabio, al descubrir que la vida es una eterna alegría, dirige sus pasos por el Sendero del Deber y el dolor se aparta de él. Pero los que aún no saben se dejan arrastrar por sus pasiones y sus instintos. Y al desviarse, el dolor se enseñorea de ellos. Entonces reniegan de la vida, cuando les envía el dolor para que reaccionen y busquen el conocimiento. Cuida tu existencia, para que siempre armonice con la Vida, y la felicidad anidará en tu corazón.

AMA TODAS LAS COSAS
Tu corazón es una lira. No dejes que se atrofie en el silencio. Mientras no vibre al influjo del amor, estará en tinieblas. El rencor emponzoñará tu existencia, y a cada instante tropezará en las asperezas del camino. Purifica tu corazón, ama todas las cosas por igual. En todo momento, busca la nota que vibre en armonía con cada ser. Todos esperan que el amor ilumine tu corazón, para fundirse contigo, y volcar en el tuyo, el tesoro de sus corazones. En ese eterno intercambio del amor, irás comprendiendo, y asimilando siempre más. Tu Espíritu, cada vez más radiante, percibirá la Unidad del Todo. Y en su goce será semejante a un Dios.

AMA LA VIDA
En su eterna ascensión los seres van descubriendo en su mundo interno, las sucesivas Leyes morales, siempre adecuadas a sus diversos grados y modalidades.
En las horas solemnes del recogimiento, se elevan al espacio, los cantos de los que hallaron su senda:
¡Vivir es soñar!¡La vida es amor¡¡Vivir es perdonar!¡Comprender, ¡Libertad¡,¡Y a través del Infinito, la inmensidad afirma¡ Lo esencial es Vivir !Seguid cualquier camino; siempre avanzaréis.
Ensayad cualquier sistema: siempre contribuiréis a la Armonía Universal.

EVOLUCIÓN
Todas las posibilidades, están latentes en todos los seres. Conforme se evoluciona, van generando deseos, sentimientos, poderes, siempre de los inferiores a los superiores. Lo que llamamos mal, odio, dolor, tinieblas, fealdad, disonancia, son aspectos inferiores del bien, del amor, del placer, de la luz, de lo bello, de la armonía, así como el cuerpo, es aspecto inferior del alma, y ésta del espíritu. Cada aspecto o eslabón de la cadena infinita, entra conforme actúa, deja la experiencia y el conocimiento necesario, que capacitan al ser y a la sociedad, para alcanzar el aspecto o eslabón superior. No huyas, pues, de ninguna manifestación. Aprende en cada circunstancia la lección del momento.

ARMONÍA
Todo se relaciona y se complementa; desde lo más grosero a lo más sutil.
Cada cosa ocupa un lugar adecuado en el conjunto.
Lo que parece despreciable o superfluo, llena una necesidad, cumple una misión. No desprecies ni una cosa, ningún ser. En la Sinfonía Universal, caben todos los sonidos, todos los tiempos, todos los matices. Vislumbra y comprende la infinita diversidad de la vida. Armoniza, pues, el bien general con tus aspiraciones más sinceras. Llena tu vida sencillamente, con lo más elevado que lograres despertar en tu interior.

ACCIÓN
Eres surco, semilla y labrador. Que tu voluntad se esfuerce en realizar todos tus ideales. Todo lo que sientas y pienses has de traducirlo en acción, si quieres realmente vivir. Pero recuerda que todo reacciona inevitablemente sobre su autor.
Así, vigila tu cerebro, y tu corazón, domina tus actos. Sé útil y agradable. Que lo noble y lo puro se identifique contigo, para que ninguna reacción te hunda en el dolor y el arrepentimiento.
Encauzado en la línea recta del saber, no temas la hora de la cosecha.
Porque entonces todo será motivo de goce. Tendrás la satisfacción del deber cumplido; habrás contribuido al bien general y estarás capacitado para seguir adelante.

REALIZACIÓN
Fluya sobre todos los seres la dulzura de tu corazón. Sé justo, sencillo y puro; vive en constante actividad, así tus facultades engendrarán, al perfeccionarse, más amplias capacidades, siempre para ascender. Elévate sin cesar hasta la paz del conocimiento. A la luz de tu espíritu de artista descubre y muestra a los demás, las infinitas bellezas de la vida.
Exalta y fomenta las virtudes y los anhelos que laten en todos los seres.
Comprende y realiza siempre más, la Fraternidad Universal. Así vibrarás en armonía con el Infinito, y serás un centro de luz y actividad. Irradia constantemente serenidad, energía y alegría. No desperdicies tu existencia en vanos derroches. Afirma tu personalidad. Define y encauza tu acción. Entonces no vaciles por nada del mundo; persevera en el esfuerzo inicial. Atento al fin propuesto, no des reposo a tus facultades, hasta que el triunfo sea completo. Así cada jornada de tu vida, será un nuevo motivo de felicidad y elevación

CONCIENCIA
No admitas ni niegues nada, sin antes analizarlo serenamente. Es preferible la duda antes que la fe ciega, o la negación sistemática. Razona y discierne siempre. No importa quien sea el que quiera enseñarte. Acepta sólo lo que armonice con tu ideal, o te inspire otro más elevado. Medita. Escucha tu voz interna. Sólo ella sabe y debe guiarte. Sigue el sabio consejo. En la duda abstente. Tu obra ha de reflejar lo más puro y lo más sincero de tus aspiraciones. No seas tímido ni impulsivo... permanece siempre sereno. Sé dueño absoluto de tu conciencia.
SABIDURÍA
Saber, es vivir, actuar y realizar. Toda la sabiduría teórica, se desvanece ante un buen ejemplo. El goce de hacer, es superior al de saber. Si crees que tu ideal es indispensable a los demás, realiza en ti mismo, y después en tu radio de acción más inmediato. Así habrás sembrado, con el ejemplo la semilla necesaria y con la experiencia adquirirás la claridad y la persuasión necesaria para hacerte oír con respeto. Después te sigan o no, avanza tranquilo. La semilla fructificará por sí sola, y buena o mala ya recibirás las consecuencias. Así irás dominando la ciencia de la vida y marcharás con paso seguro hacia la meta.

ASCENSIÓN
La vida avanza en una transformación ascendente. Toda manifestación, tiende a convertir lo inferior en superior, a realizar lo mejor. Dirige a este fin tus esfuerzos y acciones. Todos debemos marchar al unísono. Un sólo eslabón que se detuviera, paralizaría toda la cadena. La solidaridad nos obliga a levantar al caído, alentar y hasta arrastrar al rezagado. Este es el fin primordial del Amor y Fraternidad. Jamás te creas sólo y aislado. En cualquier lugar y circunstancia todos esperan y confían en ti. No hagas que el desprecio o la conmiseración obliguen a los demás a cargar contigo. Debes bastarte a ti mismo y ser útil a los demás.

ALQUIMIA
Aprende la sublime Alquimia del espíritu. Busca siempre la Luz. No te quejes de nadie ni nada. Si algo te parece malo, tienes tu voluntad poderosa para transformar; debes convertirlo todo en luz, y en recompensa todo iluminará tu senda.
Esfuérzate en capacitarte. Toda ascensión necesita de tu concurso. No te abstengas jamás de colaborar con el conjunto en la acción dirigida al bien; tu espíritu irá conquistando nuevas cumbres, nuevas verdades.

SELECCIÓN
Así, como el todo influye sobre ti, influyes sobre todo. Pero la Ley de la Armonía dirige y modifica de acuerdo al Plan Cósmico, toda reacción de ser a ser. Desarrolla en ti lo más elevado y sólo él dirigirá e influirá tus pasos. Selecciona siempre.
Tu mismo debes buscar tu Sendero y realizar. Elige los medios más adecuados y fáciles. Discierne y sigue siempre lo mejor.
Así hallarás tu camino y ascenderás radiante y feliz.

CONFIANZA
Todos venimos del mismo punto y vamos al mismo fin. Pero cada ser avanza por un camino distinto. Cada uno tenemos un ideal propio, un concepto diverso sobre cada cosa, de acuerdo al camino recorrido y al punto de vista en que nos colocamos.
La verdad está en cada ser un poco, en la medida de la elevación avanzada.
Todos tienen su razón personal para pensar y obrar a su manera. Así, sé tolerante en el más amplio sentido. No temas la crítica motivada por la incomprensión. Sea lo que concibas, como lo más adecuado a tus capacidades y posibilidades.
Siempre que vislumbres algo mejor, avanza tranquilo.
Ten confianza en ti mismo. El triunfo es de los que osan y perseveran.

BONDAD
Al sentirte capacitado para ser útil, sé todo corazón. Adquiere la sencillez del niño y la perseverancia del sabio. Con bondad infinita inclínate hasta el mismo plano donde actúan los que quieren ayudar. Sé uno con ellos. Al armonizar elévate poco a poco, jamás seas brusco ni impaciente. No pretendas imponer; ilumina y guía. Así lograrás que asciendan contigo, hasta realizar el ideal propuesto. Al proceder así, todos creerán, que si han avanzado se debe a su propio esfuerzo. Más vale así.
Porque reconociendo tu ayuda no pensarán en aplaudirte, ni en criticarte. Y ni el orgullo ni el temor te harán peligrar en tu puesto de acción. Cumple tu deber, por la íntima necesidad de ser útil y no por afán de grandeza. Por este camino adquirirás energías para abarcar el Infinito y podrás sembrar el bien a manos llenas.

CONSTANCIA
Si el desaliento te abate, medita; la serenidad confortará tu espíritu y te hará más sabio para el futuro. Si la calumnia te muerde no te alteres, pon en la herida un poco de bondad y castiga al culpable, ¡pobre niño! con toda la ternura de tu corazón.
Si el odio quiere alcanzarte, sonríe y perdona. Tu amor ha de ser poderoso, todopoderoso. Si la envidia pretende trabar tus pasos, elévate y vuela sobre ella. Si la indiferencia te rodea, ten calma. Amplia tu espíritu en un anhelo de comprensión. Y tu palabra logrará penetrar hasta lo más íntimo de tus hermanos. Si el dolor se ceba en ti, transfórmalo en Luz, en luz de experiencia, y tropezarás menos. Si un laurel te alcanza, alerta. Permanece sereno. Sé aún más sencillo. El orgullo destruirá tu obra. Si el silencio resuena a tu paso, alégrate. Es el triunfo. La soledad te dará alientos para volver y proseguir tu labor con tranquilidad.

TEÚRGIA
Deja que el mal vaya hacia ti. Todo el mal que recibas, es una oportunidad que se te ofrece para que hagas una obra de amor, convirtiéndolo en bien.
Recuerda que tú mismo sembraste las espinas que te lastiman al pasar. Así, no guardes rencor al que te perjudique. No la aumentes con la ruin venganza. No trates de descargar sobre otros tu carga de dolor. Sonríe siempre ante los demás, aunque sufras. Haz en lo posible la felicidad de los que te rodean.
Aprovecha toda circunstancia para hacer un bien. Descubre siempre el mejor aspecto de la Vida, para que sereno, puedas ascender libremente. Toda materia tiende a ser Espíritu. Toda tiniebla, Luz. Sé el Taumaturgo que convierte lo inferior en superior, por el empleo constante de tus facultades más elevadas.
Rodea con todo el amor y ternura de tu corazón, todo lo que está a tu alcance. Haz siempre lo más y lo mejor que puedas. Y ante todo, haz sólo lo que sepas que es un bien.

Para alegrar y disipar el mal, basta la sola presencia del Bien.
Sé un brazo más que ayuda a la humanidad en su ascensión.
Contribuye a despertar el sentimiento de solidaridad.

"El Amarna"