jueves, 21 de abril de 2011

LOS OBISPOS ERRANTES

Durante la década de los 90 después de Cristo, San Clemente de Roma escribió una epístola a las facciones enfrentadas de la Iglesia de Corinto. Aparentemente una facción estaba intentando reemplazar a los obispos de Corinto con algunos de los guías populares de entre la congregación. Clemente les recordó que los Apóstoles habían nombrado y consagrado a los obispos de Corinto como sus sucesores válidos, y que estaría contra Dios querer reemplazarles.
Este y otros registros sub-apostólicos muestran claramente que desde los primeros tiempos las iglesias cristianas eran entendidas estando bajo la divina autoridad de los Apóstoles y sus sucesores escogidos. El obispo (episkopos) se apoya en el fundamento Apostólico. Mediante  la imposición de las manos eran herederos de la totalidad de la autoridad apostólica, y eran libres de delegar funciones especiales (curación, enseñanza, perdón de los pecados) a ministros específicos bajo sus jurisdicción. Aunque los carismas del Espíritu se encontraban libremente distribuidos entre los Cristianos, llegó a ser un deber del obispo reconocerles ódiscernirles para la edificación de la orden de la iglesia. En el siglo II había categorías y ordenes de sanadores, profesores y funcionarios litúrgicos desarrollados en todas las tradiciones bajo los auspicios de los obispos apostólicos.
Solamente un obispo puede transmitir la totalidad de la Sucesión Apostólica mediante la consagración. Ancianos, diáconos, exorcistas y otros funcionarios recibían autoridad eclesiástica (como oposición a la autoridad espiritual ó dones carismáticos) directamente de sus obispos, como una extensión de su facultad. Ellos no podían ordenar dentro de su propio rango.
Por esta razón cuando evangelistas de confianza eran enviados como misioneros para establecer el orden eclesiástico en una nueva jurisdicción, eran consagrados obispos. Llevaban la completa autoridad apostólica con ellos. Puesto que esto fue antes de la época de la iglesia del dogma y de la uniformidad, eran libres para adaptar sus formas teológicas y litúrgicas a conveniencia al medio ambiente nativo (como San Basil hizo en Capadocia). Estos fueron los primeros Obispos Errantes con autoridad para funcionar independientemente, al igual que los Apóstoles originales habían hecho.

Aunque cada uno de ellos había sido enseñado por Jesús, los apóstoles estaban lejos de uniformidad en pensamiento y personalidad. Tenían muchas diferencias de opinión. Pedro y Pablo se contradijeron en Antioquía sobre comer con los Gentiles. Santiago el justo, hermano de Jesús, no intentó parar a Pedro y a los demás sobre predicar fuera de Israel, presentía que la primera penetración era en Jerusalem y el culto del Templo. Otros Apóstoles eran fuertemente ascéticos,  como Tomás, Bartolomé, Andrés, Simón y Judas. Se alejaron  de Jerusalém, hasta la India, e hicieron de la renunciación del matrimonio una parte básica de su evangelio.  Sus tradiciones fueron preservadas en tempranos romances como los Actos de Tomás, Actos de Andrés, Historia Apostólica de Pseudo-Abdias. ?Igualmente es que una auténtica forma de la original ascética de la Gnosis Cristiana encontrada en el Evangelio de Tomás tiene estrechas relaciones con el mensaje histórico del Apóstol Tomás, quien es presentado como el menos comprendido de los discípulos por el escritor anti-gnóstico del Cuarto Evangelio.
A causa de la gran diversidad de pensamiento entre los primeros Apóstoles, era inevitable que las iglesias que crecieron de sus diferentes viajes misioneros debían diferir bastante.

Durante tres siglos las diversas tradiciones de la India, Persia, Siria, Etiopía, Palestina, Egipto, Grecia, Roma y las regiones celtas occidentales se desarrollaron en libertad nativa. Mientras la rivalidad por la preeminencia crecía entre las sedes de Alejandría, Antioquía y Roma, la influencia de estas culturas específicas comenzó a re-afirmarse.
Primero vino la búsqueda de una escritura uniforme, con el deseo de recordar y codificar la historia eclesiástica. Obispos representativos, así como opulentos laicos hicieron el peregrinaje a Palestina y a Jerusalém. La información fue dividida y la práctica litúrgica cotejada. Pronto cuestiones de filosofía cristiana, cristología y teología fueron descubiertas. El pensamiento tradicional de cada iglesia se esforzó en dominar a las otras. La más grande y más poderosa ciudad de la iglesia, lo más influyente de su teología seria conveniente.
Cuando Constantino se encontró en el poder fue su sueño unificar las iglesias cristianas. En unos pocos años había dirigido a la Cristiandad de una de las más pequeñas, impotentes sectas al estatus de religión oficial. Ahora estaba patrocinada por la clase opulenta de ciudadanos bajo su protección. Lugares colosales de adoración eran construidos, y Constantino convocó el primer concilio ó "mundial" para establecer materias de fe y orden. El Concilio de Nicea, intentando legislar la unidad cristiana, consiguió tal vez principiar una tendencia que, con gran trabajo, alienaría a las más pequeñas y menos influyentes iglesias de la corriente principal de ortodoxia ó de opinión correcta. Esta ortodoxia había sido definida en una espantosa confabulación de conveniencias políticas y eclesiásticas que con bastante frecuencia no tienen nada que ver con el consejo de los sabios. Si había sido anexionado un territorio político, ó había sido formada una alianza política, la doctrina de la iglesia aseguraba entrar en juego. 

La mayoría de los más religiosos añoraban con sinceridad  una forma verdadera de piedad que la religión del Imperio debía proporcionar. Sentían que la Iglesia (pues entonces era la Iglesia, y no por más tiempo las iglesias) había vendido su patrimonio por oro, y emigraron a los desiertos de Egipto con san  Antonio. Otros se volvieron hacia dentro de sus tradiciones particulares en una búsqueda de los misterios que habían sido originariamente transmitidos por los Apóstoles y sus fundadores. Esta independencia de pensamiento estalló con la erupción de los llamados movimientos heréticos; muchos de esos semilleros tradicionales de fe herética se generaron en Asia Menor y se extendieron a occidente hasta Roma.

Una y otra vez las fuerzas de la historia empezaron a producir Obispos Errantes, pero esta vez ellos eran opuestos a la Iglesia, denunciados como heréticos y forzados al exilio. Nestorius, Obispo de Constantinopla, incurrió en la enemistad de Cirilo, quien comisionó a un adivino alejandrino para denunciarle. Después de mucha persecución política fue conducido a su sede en el Alto Egipto donde murió. Despues sus seguidores fueron  perseguidos y alejados del Imperio. Emigraron al Este, deteniéndose finalmente en la comunidad cristiana de la India.
Este iba a ser el estilo a partir de ahora. Si un obispo era encontrado manteniendo opiniones no ortodoxas, debía ser excomulgado del resto de la Iglesia y conducido al exilio. Igualmente este camino de las Iglesias del Este y del Oeste fue separado por el Gran Cisma. Olvidadas las iglesias del Tercer Mundo, exteriores al Imperio Romano y a la jurisdicción de la Iglesia de Roma, se las iba a  permitir existir en su propio lugar, pero únicamente mientras que la Iglesia Romana no conociera de su existencia. Una vez era conocida, con seguridad se enviaban legados a pedir la sumisión a la sede de Roma.

De este modo en los primeros tiempos líneas válidas de Sucesión Apostólica se mantuvieron fuera de la jurisdicción Romana, y hoy en día muchas iglesias han guardado sus tradiciones e independencia teológica propias. Es en gran parte a través de sus líneas de sucesión que los Obispos Errantes contemporáneos han surgido, todavía como heréticos, pero respetados como poseedores de ordenaciones Apostólicas válidas. Estos Episcopi Vagantes son el sujeto de este libro.


Por Lewis S. Keizer