miércoles, 24 de febrero de 2010

TEURGIA - GOECIA

TEÚRGIA (o Teurgia) (del griego θεουργία) es una práctica mágico-religiosa que consiste en la invocación de poderes ultraterrenos (ángeles) a fin de comunicarse o unirse a ellos atrayendo beneficios espirituales o para manipularlos por medios mágicos.
Esto se pone de manifiesto a través de operaciones rituales, de carácter ceremonial -posturas inefables dirigidas con precisión y solemnidad- que utilizan símbolos, fórmulas o cosas por el estilo, de sentido analógico, que son adaptados para atraer la energía sobrenatural deseada. Los símbolos, las posturas y el lenguaje utilizado no deben ser necesariamente comprensibles y tampoco debe ser conocido racionalmente. Los mismos nombres de las entidades invocadas son en "lengua bárbara", antigua o desconocida por los practicantes. La eficacia del ritual depende de la suspensión de la racionalidad humana a fin de conseguir la activación de los elementos psíquicos superiores que reciben la energía divina o demoníaca.
Una forma particular de teúrgia es la "teléstica", de donde deriva la palabra "talismán" y sirve para cargar o animar estatuas u objetos que de esta manera pueden poseer una función mágica o propicia, o ser usados en rituales religiosos.
Célebres teúrgos de la antigüedad fueron Hermes Trismegisto, Juliano el Teúrgo y los filósofos Jámblico y Proclo; y en el medioevo el mentado Enrique Cornelio Agripa de Nettesheim.
En la Edad Media tal práctica fue demonizada y considerada maléfica e inaceptable, ya que la llegada del cristianismo implicaba el eclipse de todos los "daimones" paganos, que en ese tiempo fueron considerados máscaras de los ángeles caídos junto a Lucifer. La práctica de la teúrgia pasó a llamarse "ars goetia", locución derivada de una palabra griega que significa "brujería", "magia negra", con lo que obviamente se contrapone a la liturgia sacramental católica, considerada como la nueva y la verdadera teúrgia, que es la obra salvífica y santificada de Dios a través de sus clérigos.
La práctica ha sido retomada en tiempos recientes por algunos practicantes y movimientos esotéricos.

ARS GOECIA (en latín, probablemente: «El arte de la Brujería»), a menudo llamado simplemente Goecia, es la primera sección del grimorio del siglo XVII Lemegeton Clavicula Salomonis, o La Llave Menor de Salomón. Mucho del texto apareció más temprano, con algún material que data del siglo XIV o más temprano.
El Ars Goetia contiene las descripciones de los setenta y dos demonios que se dice que el Rey Salomón dijo haber evocado y confinado en un recipiente de bronce sellado por símbolos mágicos, y que él obligó a trabajar para él. Hecho muy similar a lo que se dice que Sulaymán (Salomón) realizo en contra de los Ifrit («genio») rebeldes, según la tradición árabe y en el libro de Las mil y una noches.
El Ars Goetia da las instrucciones para construir un recipiente semejante de bronce, y a utilizar las fórmulas mágicas apropiadas para llamar seguramente a esos demonios. La operación dada es compleja, e incluye mucho detalle. Se cree que el «rugiente» título se refiere a los conjuros hechos por el mago. El Ars Goetia difiere de otros textos goéticos en que las entidades convocadas deberán ser forzadas a obedecer, antes de pedir por favores.
El Ars Goetia asigna un grado y un título de nobleza a cada miembro de la jerarquía infernal, y da los demonios «firmas a las que ellos tienen que pagar lealtad», o los sellos. Las listas de entidades en el corresponder de Ars Goetia (a alto pero variando el grado, a menudo según edición) con ésos en el Steganographia de Trithemius, hacia el año 1500, y el Pseudomonarchia Daemonum de Johann Weyer que un apéndice que aparece en ediciones posteriores de su De Praestigiis Daemonum, de 1563.

LOS 72 DEMONIOS
Los nombres de los demonios también tienen nombres o grafías diferentes en diversas copias existentes del Ars Goetia.

01.Rey Bael
02.Duque Agares
03.Príncipe Vassago
04.Marqués Samigina
05. Presidente Marbas
06. Duque Valefor
07. Marqués Amon
08. Duque Barbatos
09. Rey Paimon
10. Presidente Buer
11. Duque Gusion
12. Príncipe Sitri
13. Rey Beleth
14. Marqués Leraje
15. Duque Eligos
16. Duque Zepar
17. Conde/Presidente Botis
18. Duque Bathin
19. Duque Sallos
20. Rey Purson
21. Conde/Presidente Marax
22. Conde/Príncipe Ipos
23. Duque Aim
24. Marqués Naberius
25. Conde/Presidente Glasya-Labolas
26. Duque Bune
27. Marqués/Count Ronove
28. Duque Berith
29. Duque Astaroth
30. Marqués Forneus
31. Presidente Foras
32. Rey Asmodeus
33. Príncipe/Presidente Gaap
34. Conde Furfur
35. Marqués Marchosias
36. Príncipe Stolas
37. Marqués Phenex
38. Conde Halphas
39. Presidente Malphas
40. Conde Raum
41. Duque Focalor
42. Duque Vepar
43. Marqués Sabnock
44. Marqués Shax
45. Rey/Conde Vine
46. Conde Bifrons
47. Duque Uvall
48. Presidente Haagenti
49. Duque Crocell
50. Caballero Furcas
51. Rey Balam
52. Duque Alloces
53. Presidente Caim
54. Duque/Conde Murmur
55. Príncipe Orobas
56. Duque Gremory
57. Presidente Ose
58. Presidente Amy
59. Marqués Orias
60. Duque Vapula
61. Rey/Presidente Zagan
62. Presidente Volac
63. Marqués Andras
64. Duque Haures
65. Marqués Andrealphus
66. Marqués Cimejes
67. Duque Amdusias
68. Rey Belial
69. Marqués Decarabia
70. Príncipe Seere
71. Duque Dantalion
72. Conde Andromalius

martes, 16 de febrero de 2010

CONSEJOS AL RECIEN LLEGADO QUE QUIERA ESTUDIAR

1. Elegir siempre un centro donde se practique la Oración (sea cual fuere el culto)

2. Recordar que los verdaderos maestros no escriben libros y ponen la sencillez y la humildad por encima de toda ciencia. Desconfiar de los que pontifican y de los que se dicen perfectos;

3. No renunciar nunca a su propia libertad por un juramento que esclavice al individuo, ya sea en un clero, o en una sociedad secreta. Sólo dios tiene derecho de recibir un juramento de obediencia pasiva;

4. Recordar que todo el poder invisible viene del Cristo, dios venido en la carne a todos los planos, y en lo invisible jamás entrar en relaciones con un ser astral o espiritual que no confiese el Cristo de esta manera. No buscar los “poderes”, esperar a que el cielo nos lo conceda, si somos dignos de ellos;

5. No juzgar nunca las acciones de los demás y no condenar a nuestro prójimo. Todo ser espiritualizado por las pruebas y el sufrimiento o por una vida de devoción, puede alcanzar la salvación sea cual sea su iglesia o su filosofía. Tanto si es cristiano, israelita, musulmán, budista o libre pensador, todo ser humano tiene las facultades necesarias para evolucionar hasta el plano celeste. El juicio pertenece al padre, no a los hombres.

6. Tener la certeza de que el hombre no está nunca abandonado por el cielo, incluso en sus momentos de negación y de duda, y que estamos en el plano físico para los demás y no para nosotros.

7. Recordar que la purificación física por medio del régimen es una ingenuidad si no está apoyada por la purificación astral, por la caridad y el silencio, y por la purificación espiritual por medio de los esfuerzos para no pensar o decir mal de los ausentes. Hay que saber que la oración, que da la paz del corazón, es preferible a cualquier magia, que solo produce orgullo.

El estudiante deberá meditar estos consejos, fruto de cierta experiencia, y no hacer ningún acto importante sin pedir antes de no ofender al cielo. Mas adelante verá por su cuenta si hemos actuado bien en advertirle desde el principio.

Hermanubis

jueves, 11 de febrero de 2010

ROCK TEMPLARIO

Jejejejeje...encontramos esta curiosidad en la red y queremos compartirla con vosotros. Esta banda se llama Templários do Rock, es portuguesa. Como podrán apreciar, la diversidad en torno al Temple es variada y llega a todos los ámbitos del que hacer humano... Poned atención a la letra.

http://www.youtube.com/watch?v=HeDwRtL-t2M

Arca Lucis

martes, 9 de febrero de 2010

EL GRAN SECRETO

Sabiduría, moralidad, virtud: palabras respetables, pero vagas, sobre las cuales se disputa desde hace muchos siglos pero sin haber conseguido entenderlas.
Querría ser sabio, mas ¿tendré yo la certeza de mi sabiduría, mientras crea que los locos son más felices y hasta más alegres que yo?
Es preciso tener buenas costumbres, pero todos somos algo niños: las moralidades nos adormecen. Y es que nos enseñan moralidades tontas que no convienen a nuestra naturaleza. Hablamos de lo que no nos interesa y pensamos en otra cosa.
Excelente cosa es la virtud: su nombre quiere decir fuerza, poder. El mundo subsiste por la virtud de Dios. Mas ¿en qué consiste para nosotros la virtud? ¿Será una virtud para enflaquecer la cabeza o suavizar el rostro? ¿Llamaremos virtud a la simplicidad del hombre de bien que se deja despojar por los bellacos? ¿Será virtud abstenerse en el temor de abusar? ¿Qué pensaríamos de un hombre que no andase por miedo de quebrarse una pierna? La virtud, en todas las cosas, es lo opuesto de la nulidad, del sopor y de la impotencia.
La virtud supone la acción; pues si ordinariamente oponemos la virtud a las pasiones es para demostrar que ella nunca es pasiva.
La virtud no es solamente la fuerza, es también la razón directora de la fuerza. Es el poder equilibrante de la vida.
El gran secreto de la virtud, de la virtualidad y de la vida, sea temporal, sea eterna, puede formularse así:
El arte de balancear las fuerzas para equilibrar el movimiento.
El equilibrio que se necesita alcanzar no es el que produce la inmovilidad, sino el que realiza el movimiento. Pues la inmovilidad es muerte y el movimiento es vida.
Este equilibrio motor es el de la propia Naturaleza. La Naturaleza, equilibrando las fuerzas fatales, produce el mal físico y la destrucción aparente del hombre mal equilibrado. El hombre se libera de los males de la Naturaleza sabiendo sustraerse a la fatalidad de las circunstancias por el empleo inteligente de su libertad. Empleamos aquí la palabra fatalidad, porque las fuerzas imprevistas e incomprensibles para el hombre necesariamente le parecen fatales, lo que no indica que realmente lo sean.
La Naturaleza ha previsto la conservación de los animales dotados de instinto, pero también dispone todo para que el hombre imprudente perezca.
Los animales viven, por así decirlo, por sí mismos y sin esfuerzos. Sólo el hombre debe aprender a vivir. La ciencia de la vida es la ciencia del equilibrio moral.
Conciliar el saber y la religión, la razón y el sentimiento, la energía y la dulzura es el fondo de ese equilibrio.
La verdadera fuerza invencible es la fuerza sin violencia. Los hombres violentos son hombres débiles e imprudentes, cuyos esfuerzos se vuelven siempre contra ellos mismos.
El afecto violento se asemeja al odio y casi a la aversión.
La cólera hace que la persona se entregue ciegamente a sus enemigos. Los héroes que describe el poeta griego Homero, cuando combaten, tienen el cuidado de insultarse para entrar en furor recíprocamente, sabiendo de antemano, con todas las probabilidades, que el más furioso de los dos será vencido.
El fogoso Aquiles estaba predestinado a perecer desgraciadamente. Era el más altivo y el más valeroso de los griegos y sólo causaba desastres a sus conciudadanos.
El que hace tomar Troya es el prudente y paciente Ulises, que sabe siempre contenerse y sólo hiere con golpe seguro. Aquiles es la pasión y Ulises la virtud, y es desde este punto de vista que debemos tratar de comprender el alto alcance filosófico y moral de los poemas de Homero.
Sin duda que el autor de estos poemas era un iniciado de primer orden, pues el Gran Arcano de la Alta Magia práctica está entero en la Odisea.
El Gran Arcano Mágico, el Arcano único e incomunicable tiene por objeto poner, por así decirlo, el poder divino al servicio de la voluntad del hombre.
Para llegar a la realización de este Arcano es preciso SABER lo que se debe hacer, QUERER lo exacto, OSAR en lo que se debe y CALLAR con discernimiento.
El Ulises de Homero tiene, en contra de sí, a los dioses, los elementos, los cíclopes, las sirenas, Circe, etc., es decir, a todas las dificultades y todos los peligros de la vida.
Su palacio es invadido, su mujer es asediada, sus bienes son saqueados, su muerte es resuelta, pierde sus compañeros, sus navíos son hundidos; en fin, queda solo en su lucha contra la noche y el mal. Y así, solo, aplaca a los dioses, escapa del mal, ciega al cíclope, engaña a las sirenas, domina a Circe, recupera su palacio, libera a su mujer, mata a los que querían matarlo, y todo, porque quería volver a ver a Itaca y a Penélope, porque sabía escapar siempre del peligro, porque se atrevía con decisión y porque callaba siempre que fuera conveniente no hablar.
Pero, dirán contrariados los amantes de los cuentos azules, esto no es magia. ¿No existen talismanes, yerbas y raíces que hacen operar prodigios? ¿No hay fórmulas misteriosas que abren las puertas cerradas y hacen aparecer los espíritus? Háblanos de esto y deja para otra ocasión tus comentarios sobre la Odisea.
Si habéis leído mis obras precedentes, sabéis entonces que reconozco la eficacia relativa de las fórmulas, de las yerbas y de los talismanes. Pero éstos apenas son pequeños medios que se enlazan a los pequeños misterios. Os hablo ahora de las grandes fuerzas morales y no de los instrumentos materiales. Las fórmulas pertenecen a los ritos de la iniciación; los talismanes son auxiliares magnéticos; las yerbas corresponden a la medicina oculta, y el propio Homero no las desdeñaba. El Moly, el Lothos y el Nepenthes tienen su lugar en estos poemas, pero son ornamentos muy accesorios. La copa de Circe nada puede sobre Ulises, que conoce sus efectos funestos y sabe eludir el beberla. El iniciado en la alta ciencia de los magos nada tiene que temer de los hechiceros.
Las personas que recorren la magia ceremonial y van a consultar adivinos se asemejan a los que, multiplicando las prácticas de devoción, quieren o esperan suplir con ello la religión verdadera. Dichas personas nunca estarán satisfechas de vuestros sabios consejos. Todas esconden un secreto que es bien fácil de adivinar, y que podría expresarse así: «Tengo una pasión que la razón condena y que antepongo a la razón; es por eso que vengo a consultar al oráculo del desvarío, a fin de que me haga esperar, que me ayude a engañar mi conciencia y me de la paz del corazón».
Van así a beber en una fuente engañosa que después de satisfacerles la sed la aumenta cada vez más. El charlatán suministra oráculos oscuros y la gente encuentra en ellos lo que quiere encontrar y vuelve a buscar más esclarecimientos. Regresa al día siguiente, vuelve siempre, y de ese modo son los charlatanes los que hacen fortuna.
Los Gnósticos basilidianos decían que Sophia, la sabiduría natural del hombre, habiéndose enamorado de sí misma, como el Narciso de la mitología clásica, desvió la mirada de su principio y se lanzó fuera del circulo trazado por la luz divina llamada pleroma. Abandonada entonces a las tinieblas, hizo sacrilegios para dar a luz. Pero una hemorragia semejante a la que alude el Evangelio, le hizo perder su sangre, que se iba transformando en monstruos horribles. La más peligrosa de todas las locuras es la de la sabiduría corrompida.
Los corazones corrompidos envenenan toda la naturaleza. Para ellos el esplendor de los bellos días es apenas un ofuscante tedio y todos los goces de la vida, muertos para estas almas muertas, se levantan delante de ellas para maldecirlas, como los espectros de Ricardo III: «desespera y muere». Los grandes entusiasmos les hacen sonreír y lanzar al amor y a la belleza, como para vengarse, el desprecio insolente de Stenio y de Rollon. No debemos dejar caer los brazos acusando a la fatalidad; debemos luchar contra ella y vencerla. Aquellos que sucumben en ese combate son los que no supieron o no quisieron triunfar. No saber es una disculpa, pero no una justificación, puesto que se puede aprender. «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen», dijo el Cristo al expirar. Si fuese permitido no saber la oración del Salvador habría sido inexacta y el Padre nada hubiera tenido que perdonarles.
Cuando la gente no sabe, debe querer aprender. Mientras no se sabe es temerario osar, pero siempre es bueno saber callar.


Eliphas Levi

miércoles, 3 de febrero de 2010

LA INICIACIÓN

"¿Qué hora es?", dijo el Prior. "La del alba", contestó El Guardián. "La hora en que se rasgó el velo del templo y las tinieblas se derramaron por la consternada tierra y se eclipsó la luz y se rompieron los útiles del constructor y se ocultó la flamígera estrella y se hizo pedazos la piedra cúbica y se perdió la Palabra". Esa Palabra perdida ha sido desde el remoto origen de los tiempos la ambición de aquellos que querían hollar el secreto de los secretos. Algunos pensaron encontrarla en el templo de Delfos, donde rezaba ese "Nosce te Ipsum"; otros, los hijos espirituales de los Argonautas que conocían la ruta del jardín de las Hespérides, escribían en las piedras sus mensajes herméticos, signos incompresibles para aquellos que no habían sido iniciados en los misterios más profundos y cuyo descubrimiento y sabedora interpretación dotaba de la conciencia suficiente para desvelar las leyes de la energía, de la materia y del espíritu. Dicen que el origen histórico de todos esos viajes en búsqueda de la Palabra perdida es posible reencontrarlo en la herencia que la tradición ha sabido guardar durante todas las centurias. La iniciación sería el paso previo a ese descubrimiento y solo el que se haya ante ese único y estrecho portal y posea el valor suficiente para atravesarlo, podrá emprender el camino hacia el encuentro, hacia el despertar, hacia el infinito.
Es difícil tratar del origen histórico según las especulaciones esotéricas que cada escuela tiene sobre la transmisión de las influencias espirituales que toman como soporte los rituales y la sucesión iniciática. Cada uno deberá construir en sí mismo esa historia. El eterno retorno hacia el "hombre primordial", condición que se perdió tras la degradación que se conoce en el lenguaje tradicional como la "caída", será la búsqueda que el neófito encontrará ante el proceso de la iniciación, largo proceso para acercarnos a ese estado tras sucesivas y distintas etapas.
Existen muchas interpretaciones sobre el significado y empleo de la palabra iniciación. El origen etimológico viene del latín initiare, que tiene la misma procedencia de initium, inicio o comienzo, viniendo las dos de in-tere, ir dentro o ingresar. En las sociedades tribales, según nos explica la antropología, señala el paso de la infancia a la edad adulta, con lo que el individuo gana la plenitud de sus derechos. En sociedades más estratificadas, el rito se vuelve complejo y designa nuevos valores, nuevas intenciones, nuevos propósitos que deberá alcanzar mediante ritos de mortificación, pruebas de acreditación, en algunas sociedades practicando la circuncisión, tatuajes, ayunos e instrucciones morales y religiosas que motivarán un cambio radical de su presente situación. Es en las sociedades desarrolladas donde el fundamento iniciático representa un significado más profundo y complejo. El iniciado ya no es el que pasa de una edad infantil a una vida sexual plena, sino que es instruido en unas ceremonias y en unos misterios herméticos y resguardados que hasta ahora habían resultado inaccesibles. La iniciación toma un sentido esotérico, misterioso que inculca curiosidad en los ávidos de conocimiento. Un proceso que invita a la reflexión, al análisis y la investigación no solo externa, sino también interna.
Dicen que en el antiguo Egipto, los iniciados en los misterios, los hijos espirituales de Hermes Trismegistus - el tres veces grande, el maestro de maestros-, viajaron por todo el mundo transmitiendo esos conocimientos. Pasaron por la India, por los confines de Asia y Europa hasta llegar a todos los rincones donde el conocimiento pudiera ser resguardado en el secreto. Es gracias a la influencia greco-oriental que recibieron estos conocimientos, cuando se empieza a hablar de sociedades secretas, de misterios y ritos que durante épocas y con diferente signo y forma han llegado desde diversas fuentes hasta nosotros.
Antes de penetrar en las disciplinas que engloban la iniciación y ser heredero de esos antiguos vigías del conocimiento, el neófito está expuesto a una serie de pruebas o interrogatorios para comprobar con todo tipo de rigor que se halla preparado para ello. Los esoteristas hablan de aquella persona que tras pasar el sendero de probación, empieza a ser introducida por los Maestros de la Sabiduría en el conocimiento oculto que existe tras el velo de Isis, tras el mundo de las apariencias, como nos indica Platón en su famosa alegoría de la caverna. Para ello es preparado con sumo rigor, dando las herramientas necesarias para poder interpretar mejor los símbolos. Una vez iniciado, debe entrar poco a poco en el mundo de los significados mediante el estudio y la meditación, y con el tiempo, transformar ese conocimiento y esa sabiduría en servicio a la comunidad en la que se desarrolla como alma iniciada.

MORIR PARA NACER
A la hora de definir la iniciación, existe una constante que persigue a todas las tradiciones, y ésta es el empleo simbólico de la palabra muerte. Iniciarse es nacer a otra realidad, y para poder hacerlo, primero es requisito indispensable morir en otra. El aspirante que quiera entrar en los Misterios, debe primero saber y poder morir para así, como un hombre nuevo, nacer a la nueva conciencia; es lo que llaman el Segundo Nacimiento. El rito de iniciación es un rito de muerte, igual que el que se practica en algunas tribus para pasar de la vida infantil a la vida adulta: muere el niño, nace el hombre, con sus plenos derechos morales, de familia, de casamiento. A menudo juega un papel importante esta experiencia de la muerte simbólica - algunas organizaciones la representan incluso con tumbas, ataúdes u objetos que nos recuerden a la muerte que se preparan exclusivamente para ello- y la consiguiente resurrección en grados más avanzados. Alice Bailey habla en sus libros de la resurrección como iniciación propiamente dicha; también las escuelas místicas cristianas, tales como los Rosacruces hablan del símbolo de la cruz y la consiguiente resurrección de Cristo como un acto de iniciación superior. Max Heindel hacía hincapié en ese glorioso momento. Algunas de estas representaciones simbólicas hacían referencia a la vuelta al útero materno y su correspondiente renacimiento. Muchas pruebas y símbolos tienen que ver con ese nuevo renacer. Recordemos las pruebas del laberinto a las que se hacen referencia. ¿Qué encontramos en el centro del laberinto?
El que ha sido admitido en esta ceremonia de muerte y resurrección, es partícipe de un conocimiento que compartirá con un grupo limitado y para algunos, privilegiado. Será el nacimiento a una nueva fase o periodo vital, un fenómeno de transformación en el cual habrá una destrucción del antiguo rol y un retiro en el que, de forma anónima y voluntaria, se examinarán el sentido de la iniciación y las responsabilidades con ella adquiridas. El principio de entrar a un nuevo estadio social o de conciencia, a una nueva realidad, es lo que determina la función dentro del contexto, que siempre es precedida por un verdadero deseo de conocimiento, de transformación y evolución interior. Muchas órdenes que practican la iniciación como referente, condición y principio esencial para pertenecer a ella, hablan de iniciación como ceremonia a través de la cual el candidato recibe la Luz y presta juramento de secreto y obediencia a esta institución de forma activa y natural. Una vez recibida la Luz, el neófito pasa de pleno derecho y para siempre a pertenecer no solo a la Orden que le ha impreso el ritual en sus carnes, sino a esa gran familia de Iniciados extendida por la faz de la Tierra. En ese proceso irrevocable, la condición de iniciado le acompañará hasta el día de su muerte.
Dentro de estos rituales, debemos tener en cuenta la connotación simbólica de todo el proceso. Un nuevo iniciado no recibe toda la luz de una sola vez, como una revelación divina que le llevará a un alto grado de conciencia. El método es mucho más complejo. La iniciación en escuelas de misterios u órdenes iniciáticas supone una aproximación al Misterio que deberá ir revelándose gracias al esfuerzo y el trabajo constante. La iniciación revela un gran proceso, un gran tránsito y un propósito que deberá seguirse con paciencia y rigor. Los símbolos, las alegorías, los pases, las contraseñas, el contacto con otros iniciados, con otro entender, con otra forma de ver y experimentar la vida, ya es de por sí una revelación consumada. Recibir la iniciación es un proceso que ha servido para perpetuar en el tiempo las grandes verdades ocultas. Al recibir la iniciación, el neófito, con su esfuerzo y dedicación estará preparado algún día para ser dador e instrumento de esa empresa. La iniciación consigue perpetuar en el espacio y en el tiempo aquello para lo que ha sido formulada. Si un eslabón muere, otros lo sustituirán. Morirá el instrumento, pero no la tradición. En palabras de Aldo Lavagnini, "podemos considerar estas fraternidades y movimientos como el alma multiforme del Espíritu Uno de la Tradición Universal, que ha venido directamente y sin interrupción hasta nosotros de los antiguos Misterios". Por lo tanto, un iniciado es el heredero directo de toda la tradición desde los tiempos remotos, desde el origen de toda civilización.
Aún así, muchas escuelas afirman que la iniciación simbólica solo explica un episodio que realmente se realiza en planos más sutiles. Cuando un neófito deja el mundo profano para entrar de lleno a un nuevo estadio o lugar sagrado, sus actos no tienen por qué reflejar su verdadero grado interior. La iniciación simbólica puede ir acompañada de una verdadera iniciación espiritual, entrando de lleno en lo que algunos llaman el Sendero y la Jerarquía oculta del planeta.
Existen ordenes como la masonería que en según qué ritos llegan a tener una infinitud de grados para designar la perfección o perfectibilidad de un hombre. En la época de la Ilustración, era común racionalizar todos los ámbitos humanos, buscando siempre un orden existente. La unidad psíquica de la humanidad, el progreso y la perfectibilidad no solo podían explicarse mediante secuencias evolutivas como las de Darwin para la biología, sino también culturales y espirituales. Antropólogos como Morgan o Tylor desarrollaron sus propias teorías evolucionistas, siendo Tylor el padre de las teorías animistas, las cuales desarrollaban el concepto religión desde las fases más primitivas a la más desarrolladas, pasando por el politeísmo, el monoteísmo y acabando en la ciencia como culminación de ese hecho religioso. Esas secuencias que empezaban desde lo más simple a lo más complejo, vieron su reflejo en las órdenes de índole iniciática. En ritos masónicos como el escocés existen hasta 33 grados, y en algunos egipcios más de 90 grados iniciáticos. Los Iluminati solían utilizar una docena de grados y los Rosacruces infinitud de ellos, así como los Martinistas, Los templarios, Los teosóficos, etc. Algunas escuelas añaden la fórmula de auto iniciación, un proceso por el cual el neófito, mediante sus esfuerzos, es capaz de llegar a ciertos grados de aspiración espiritual. Estas doctrinas están en gran medida influenciadas por las enseñanzas de Aleister Crowley, quién nos indicaba que el grado iniciático no podía ser conferido sino que únicamente era adquirido por el trabajo y la disciplina iniciática. En contra de estas afirmaciones, teníamos los postulados de Réne Guénon, donde en su obra "Apreciaciones sobre la Iniciación" nos habla de la imposibilidad de la auto iniciación o la iniciación por correspondencia, como muchas escuelas practican hoy día. Para entender ambas posturas, deberíamos llenar de significado y añadido todo lo que la palabra iniciación entraña.

INICIACIÓN SIMBÓLICA E INICIACCIÓN REAL
Se suele hablar de dos tipos de iniciación: la tradicional o simbólica, la cual se consigue en la estructura de una orden iniciática o un grupo que a su vez ha recibido la tradición, es decir, estamos aquí hablando de una iniciación humana y referenciada dentro de un marco reducido, de disciplina y estudio constante que intenta estimular por el rito o el trabajo iniciático continuo la que sería la segunda tipología de iniciación: la iniciación espiritual, mística o solar según quién la nombre, en la cual intervienen las fuerzas y las leyes cósmicas, siendo la estructura desarrollada desde la conciencia subjetiva de cada sujeto en el esfuerzo de su vida diaria. Existirían pues, muchos iniciados que realizan su trabajo en el silencio de la vida diaria sin ser conscientes de su condición o grado o sin presumir de ella. La primera no es condición de la segunda, pero pueden ir perfectamente a la par.
Dentro de la estructura de la iniciación simbólica, existen, de cara a lo exterior o externo, a lo exotérico, unos preliminares casi indiscutibles. Para poder ser iniciados necesitamos de una institución o medio que permita esta iniciación, de un maestro o figura que previamente haya sido receptor de esa tradición y así mismo, de un ritual que llene de significado el simbólico momento. Esta estructura suele estar organizada y pensada para que no muera en el tiempo, sino, para que se perpetúe de forma infinita y pueda ser el principal nexo de transmisión, la forma por la cual se mantenga sin interrupción la continuidad de la llamada "cadena iniciática". Sin embargo, la ceremonia en sí, ¿es un puro trámite, una fórmula arbitraria o existe en ella un significado y una importancia que escapan a la observación superficial? Así lo expresa Aldo Lavagnini y responde diciendo que cada receptor de la iniciación tiene el privilegio de contestar individualmente en proporción a su entendimiento y la iniciación será para él lo que él mismo la reconozca y realice. Si es cierto lo que nos dicen, tras el velo de la iniciación simbólica, existe una iniciación real, una iniciación espiritual que nos abre la puerta hacia una realidad aún superior a la ya conocida o recibida mediante el rito: una Realidad profunda que constantemente se oculta bajo la apariencia exterior de las cosas, un eco de la Palabra Perdida que aún se transmite y perdura.

Hermanubis